No es una buena noticia que el presidente del Banco del Vaticano, el IOR, haya sido destituido por "incumplimiento de funciones", según el comunicado oficial, mientras es investigado por blanqueo de capitales. Tampoco es una buena noticia que hace unos días sucediera lo mismo con un arzobispo siciliano, que era también investigado por delitos económicos. Son muy malas noticias, que salpican una vez más el rostro de la Iglesia.
Pero dentro de esto, sí hay algo bueno: la decisión del Papa de limpiar la basura que, por desgracia, se esconde debajo de los bellos muebles y las hermosas alfombras que adornan la casa del Señor. Lo hizo con la pederastia y lo está haciendo ahora con la economía. Poco antes de ser elegido vicario de Cristo, en el Coliseo de Roma se rezaba el Vía Crucis escrito por él, en una de cuyas estaciones, la novena, se hacía alusión a esta basura: "¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él!". Y después, en la primera homilía tras acceder al Pontificado, dijo aquella frase misteriosa que ahora se entiende: "Sé para lo que me habéis elegido". Efectivamente, sus colegas en el cardenalato le eligieron para eso, para limpiar la casa de Dios. Y él lo está haciendo, con paciencia, con humildad, con perseverancia y con un inmenso dolor.
Yo, ayer, al saber la noticia de la destitución del presidente del IOR, lo primero que pensé fue "¡pobre Papa!". Sí, una vez más, el Papa está sufriendo. Y por un tema que, no hay que olvidarlo, llevó a la muerte a un predecesor suyo, Juan Pablo I. ¡Pobre Papa!. Recemos por la Iglesia y por él. Recemos para que la tolerancia cero que se ha decidido a aplicar cueste lo que cueste se lleve a cabo por el bien de la Iglesia.
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