Uno cada vez entiende menos de qué pasta están hechos los políticos, quien les aconseja o cuáles son los criterios por los que se guían para tomar sus decisiones. Ayer Rajoy la pifió. ¿Pero dónde c… (cáspita) estaba ayer el Presidente del Gobierno español?
 
            No se trata sólo de que el lugar de Rajoy ayer fuera acompañar al Jefe de Estado o a quien lo representa, en este caso el Príncipe, cuando todo apuntaba a que éste iba a pasar, como así fue, por una situación delicada. Es que incluso en términos de aritmética electoral que parece ser la única que interesa a los políticos, la presencia de Rajoy ayer en el Calderón le habría hecho ganar un montón de puntos: ante su electorado desde luego, pero también ante la opinión pública en general.
 
            Un cero para Rajoy, no ya por su pusilanimidad, primera consideración que su ausencia sugiere, sino lo que es casi peor, por su torpeza, por no haber sido capaz de valorar la oportunidad que se le presentaba de haber dado un ejemplo de gallardía, de valor, de arrojo, de firmeza y de decisión, en unos momentos en los que precisamente es eso lo que los españoles esperamos de nuestros dirigentes.
 
            En cuanto al espectáculo de turno, el que todos esperábamos, qué les voy a decir a Vds., lamentable. Algo menor, diría yo, que el de hace tres años en Mestalla, así pareció desde luego en televisión, si bien, según los que lo presenciaron en directo, no fue así sino bastante similar (recuerdo que por intentar parejo recurso televisivo, en tiempos de ZP hubo quien tuvo que dimitir).
 
            Y el cero zapatero para el que decidió poner la versión corta del himno. Nunca puede faltar el genio que tiene una solución para todo. Ni siquiera lo hacen por el himno o por España, no. Lo hacen por ellos mismos, pensando que así tienen un problema menos que afrontar, cuando es justamente lo contrario: ahora tienen dos, la pitada y la indignidad con la que sonó el himno por los propios que lo tenían que poner. Cero, cero zapatero, zapatero como pocas veces. Peor que la pitada incluso. Que hasta para recibir una pita hay que hacerlo con gallardía: ¡que no se pueda oír en España el himno español entero!

            Un aleccionado locutor de TVE explicó que tenía que ver con la presencia en el palco del Príncipe y no del Rey. ¡Nanay de la China! Para empezar, el Príncipe no estaba sino en representación del Rey, que para eso es la Copa del Rey y no del Príncipe. Pero es que el himno es parte inseparable de la Copa del Rey, absolutamente independiente de la presencia en el palco del Rey, de Manolete, de los dos o de ninguno.
 
            Por último, un dato muy llamativo a tomar en consideración: el Athletic se retrató en los colores de su equipo, el rojo y el blanco: pocas ikurriñas... El Barsa en la senyera… por cierto, de todos los tipos y colores, con estrellitas amarillas, con estrellitas rojas, azules, sin estrellitas (ni pa ser independentistas se ponen de acuerdo, ¿cabe mejor prueba de su españolidad?).
 
            Y un detalle: ¡había una bandera española! Una no, muchas: una vez más, el pueblo de Madrid daba una lección de saber estar ¡quién si no!
 

P.D. ¡Ah! Y otra cosita. Sr. Xavi, Sr. Puyol... a recoger una copa de manos del Príncipe de Asturias se viene uno con los trapitos lavados en casa. Ponerse a discutir en su presencia si la recoges tú o la recojo yo, que no hombre, que no, que la recojas tú, que no por Dios, después de ti, siempre detrás de ti... y el Príncipe mirando con la copa en la mano...  eso no se hace, caballeros. Habría estado mal aunque la copa la entregara el ordenanza del estadio... pero es que la entregaba el Príncipe de Asturias. Eso nos lo enseñaron en casa de chiquititos... ¿o no? ¿Tan mal está la educación en España?
 

            ©L.A.
           
 
 

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