Estoy convencido que en este último año y medio aproximadamente, desde que fue declarada la pandemia de coronavirus por la OMS, somos muchos los creyentes que hemos hecho nuestra aquella dramática apelación del salmista al Señor:
¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo? Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: «Le he podido», ni se alegre mi adversario de mi fracaso. Para que no diga mi enemigo: «Le he podido», ni se alegre mi adversario de mi fracaso. Porque yo confío en tu misericordia: mi alma gozará con tu salvación, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho. (Sal 13,1-6)
Aunque sé que Dios siempre está a mi lado y que nunca se ha alejado de mí, he descubierto que es posible experimentar enfado y falta de gozo en mi vida. Sin embargo, no hay ninguna razón para perder el gozo porque puedo aprender a contentarme en cualquier situación, al igual que el apóstol Pablo (Flp 4,11-13).
Circunstancias perfectas no garantizan el gozo, ya que mi contentamiento no depende de las circunstancias sino de volver a enfocarme en los propósitos de Dios para mi vida. Cuando me falta esto descubro una falta de motivación que provoca que algo se empiece a morir dentro de mí.
Hay muchas personas que hemos perdido algún familiar, trabajo, dinero o ilusiones en este último tiempo; sin embargo, es posible soltar el enfado y retomar nuestra confianza en el amor de Dios. Es posible abrazar la vida y decidir acoger la gracia de Dios para seguir creyendo aún sin entender lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? (Rom 8,35). Porque no se trata de preguntar “¿hasta cuándo, Señor?”, sino de declarar que “aun cuando” no entienda yo seguiré confiando en su misericordia, como también afirma el salmista. Mi alma gozará con su salvación y así cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Soltar el enfado para abrazar la vida y los propósitos que Dios tiene para mí siempre trae gozo y paz a mi corazón. “Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor” (Sal 27,14).
Sea cual sea la circunstancia o el momento que te encuentres atravesando hoy, te invito a ser valiente para declarar y proclamar que siempre puedes confiar en su misericordia. De esta manera, tu alma gozará con su salvación y volverás a cantar al Señor por todo el bien que te ha hecho, aún cuando no entiendas todo lo que está sucediendo a tu alrededor.
Fuente: blog.evangelizacion.es