En este mes de Mayo se van a celebrar dos acontecimientos importantes sobre la Familia. El CONGRESO MUNDIAL SOBRE LA FAMILIA en Madrid, y el ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS en Milán. Una buena oportunidad para reflexionar sobre esta institución básica para la sociedad que hoy está siendo sometida a todo un vendaval ideológicos con la pretensión de acabar con ella, al menos tal y como salió de las manos de Dios.
He considerado oportuno traer aquí una excelente aportación que hizo el Obispo Reig Pla estando en Murcia, y que hoy puede cobrar especial actualidad por las controversias ridículas promovidas por los que son contrarios a la visión cristiana del hombre y la familia.
"RECONSTRUIR LA FAMILIA"
Al cumplirse los cuarenta años de la carta encíclica de Pablo VI Humanae vitae y,
en el pasado mes de octubre, los veinticinco años de la Carta de la Santa Sede
sobre los Derechos de la Familia, es bueno revisar lo ocurrido en este tiempo a la
familia y recabar las luces necesarias para salir de la llamada “crisis familiar”.
La familia, comunidad de personas que tiene su origen en el matrimonio entre un
varón y una mujer, es como un edificio que tiene su propio fundamento y que se
levanta y construye según el designio de su autor: Dios creador y redentor. El
fundamento que sostiene todo el edificio familiar es la persona humana, creada a
imagen de Dios en su diferencia varón y mujer y recreada por Cristo desde el
bautismo. Su diferencia sexual no es desigualdad sino riqueza para vivir la
vocación al amor en el don de sí y, por medio del matrimonio-sacramento, dar
origen a la familia por el don de la fecundidad que se concreta en los hijos o en la
fecundidad espiritual. La familia cristiana, enraizada en la alianza Cristo-Iglesia,
está llamada a ser una pequeña iglesia o “iglesia doméstica”.
Este edificio, célula de la sociedad, viene siendo destruido en estos últimos años
desde sus propios fundamentos y en todas sus dimensiones y características. El
instrumento destructor se llama el sistema hegemónico o transformación de la
cultura que, según el decir de Gramscil actúa como revolución no violenta que
cambia igualmente la sociedad.
Esta transformación cultural tiene unos hitos: los falsos informes de Kinsey sobre
la conducta sexual del hombre (1948) y sobre el comportamiento sexual de la
mujer (1953), en los que sobre datos trucados convenció al mundo científico-
universitario de que no existía una base natural y normativa para la conducta
sexual ya que la sexualidad es polimorfa y se puede manifestar como
heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, etc.
Con estos antecedentes y con las aportaciones de autores como Wilhelm Reich y H.
Marcuse estalló el mayo del ‘68 como un grito de libertad que quería
desembarazarse de toda autoridad y anunciaba la llamada primera revolución
sexual. La revuelta de mayo del ’68 que no consiguió el cambio político sí consiguió
abrirse paso en el campo de la cultura y el pensamiento. Con la revolución sexual
se continuó demoliendo el edificio de la familia con los siguientes pasos: negar el
carácter institucional del matrimonio, desvincular el matrimonio de la procreación,
desvincular igualmente el comportamiento sexual del amor y proclamar como
bandera de victoria el “amor libre” asentado en una libertad indiscriminada y
separada de la verdad.
De esta siembra se han recogido los frutos de la segunda revolución sexual. Esta
revolución llamada “ideología de género” es mucho más peligrosa porque pretende
cambiar el concepto de persona, negar la diferencia sexuada y afirmar que todo
cuanto se refiere a la sexualidad humana es una “construcción cultural” que ha
sido vehiculada a través de las leyes como una forma de opresión de la mujer.
La ideología de género, siguiendo la inspiración del feminismo radical que tiene
como inspiradores a Michel Foucault y Derrida, tiene como programa la
“deconstrucción” de la sociedad mediante la deconstrucción de la persona, de la
familia, de la educación y de la civilización cristiana en la que se inspira la base
antropológica que sostiene al matrimonio y a la familia.
En España esta ideología no sólo ha alcanzado la hegemonía cultural sino que está
inspirando como programa de ingeniería social la demolición de las leyes que
custodian la vida humana, el matrimonio y la familia. Estos son los coletazos de la
lucha de clases que ha pasado a ser dialéctica de los sexos y los derivados del
liberalismo extremo que ve en el matrimonio la cárcel del amor.
Salir al frente de esta demolición del edificio del matrimonio y de la familia se
presenta como una batalla desigual ya que la “ideología de género” está sentada
en muchos gobiernos y tiene como sus últimos respaldos al Parlamento
europeo y a la ONU. Por tanto estamos en la misma situación en que se encontró
David frente a Goliat.
Por supuesto nada de esto hubiera sucedido si hubiéramos hecho caso a Pablo VI y los gobiernos de las naciones se hubieran inspirado en la Carta de los Derechos de la Familia cuyo vigésimo quinto aniversario celebramos. Como David yo invito a los cristianos a invocar el nombre del Señor y a no tener miedo a Goliat porque es un ídolo que tiene los pies de barro. La verdad es que reconstruir la familia es como reconstruir Jerusalén: hay que empezar de nuevo.
Si David venció con la honda nosotros venceremos igual. Junto a la honda en nuestro
zurrón debemos llevar estas tres piedras: la primera se llama “antropología
adecuada”; la segunda se llama “Nueva Evangelización” para, con la gracia de
Dios, gestar nuevos cristianos en el seno de la comunidad cristiana; la tercera
piedra se llama asociacionismo familiar y presencia pública de los católicos para
afrontar el campo de la educación, una nueva cultura y unas leyes que custodien el
bien de la persona, la grandeza del matrimonio y el futuro de la familia.
Mons. Juan Antonio Reig Pla
Obispo
Presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida
Creo que el tema está claramente expuesto. No considero oportuno añadir nada más. Aunque sí seguiremos hablando de la familia en próximos post.