Lo primero que hemos de tener en cuenta para nuestra reflexión es que debemos partir de una visión cristiana sobre el destino de los bienes de la naturaleza: TODOS los bienes están en función de TODOS los hombres.
Hace unos días regresé a España: Veo que el pueblo está muy preocupado ante la crisis económica que estamos viviendo. Reflexiono sobre ello y, al preguntarme sobre el porqué de esta situación, veo que la raíz está más que en la economía, en la pérdida de valores cristianos y humanos. Esto hace que cada uno estemos pendientes de nuestros propios intereses y que, poco a poco, se vaya resintiendo el bien común.
No soy especialista en temas económicos, aunque desde mi punto de vista cristiano, intento compartir con mis lectores la preocupación de toda la sociedad por el futuro que está ya convirtiéndose en presente.
Empiezo con un ejemplo de lo que, a mi modo de ver, podríamos señalar como raíz de toda la problemática económica; raíz que podríamos centrar en la tensión entre nuestro interés personal y el bien común. El ejemplo podría ser el siguiente.
Recuerdo que por los años cincuenta, viajaba en tren y coincidí en mi departamento con tres obreros que habían conseguido una contrata (no funcionaban todavía las grandes máquinas) para abrir una zanja. Se estaban quejando de que les pagaban poco por metro cúbico de tierra que sacaban.
Al mismo tiempo calculaban cuánto les podrían pagar a un grupo de subcontratados que habían buscado por su cuenta. Total, quedaron en que si a ellos les pagaban diez por metro, ellos les pagarían ocho a los que habían subcontratado. Puro egoísmo; nada de buscar la justicia ni el bien común. Este hecho que presencié, me hizo abrir los ojos ante tanto egoísmo que hay en el mundo. Y esto se da tanto entre ricos como entre pobres; y no me estoy refiriendo a un caso concreto, sino a la humanidad entera, a las grandes y pequeñas injusticias que proliferan por todas partes.
Claro, cuando uno ve que este estilo de actuar es normal en nuestro mundo y oye a Jesús que nos dice que nos amemos como Él nos ha amado, es lógico que piense: ¡Señor, en qué mundo estamos! Y así vamos viviendo. Lógicamente, con ese estilo de vida, no sé a dónde vamos a llegar. Sencillamente a que los ricos vayan siendo cada vez más ricos y que los pobres vayan siendo cada día más pobres, que es a lo vamos llegando ya.
Espero tener un poco de tiempo para escribir algunos artículos sobre estos temas. Es sabido que tanto a pequeña escala como a nivel universal haya corrupción por todas partes, tanto en épocas pasadas como en la actualidad. ¿Cómo han sido nuestras relaciones con el tercer mundo? Pueblos que vivían en la opulencia, dominando a otros pueblos pobres, hasta que éstos se levantaron y arrasaron a los pueblos ricos. ¿No está habiendo también en la actualidad una explotación de los pueblos oprimidos por parte de los pueblos ricos? Basta abrir lo ojos para ver cómo son explotados los pobres.
Suele decirse que Perú, de donde acabo de llegar, es como un pobre sentado sobre baúl lleno de oro. Y es verdad. Si a esto se añade la corrupción que campea por todas partes, comprenderemos que, cansados de vivir en pura miseria y no viendo salida a sus problemas que acaban viendo los suyos morir de hambre, (no ya en sentido figurado, sino muy real) , apelen a la revolución o a una emigración imposible en muchos casos.
Es cierto que, con motivo de ciertas situaciones de tragedias naturales se les han prestado ayudas, pero esto no es la solución. La solución no está en ayudas esporádicas, sino más bien en devolverles lo que es suyo; se trata de RESTITUIRLES lo que les pertenece; es cuestión de justicia, no de compasión. Dios ha creado todos los bienes para todos los hombres.
Pero es que, además, no sólo se trata de las relaciones con el tercer mundo, sino de las relaciones, por ejemplo, entre los países de la misma comunidad europea. Cada nación va buscando sus propios intereses y conveniencias. Cada nación se encierra en sí misma. Nadie cede nada; siempre, a cambio de…
Si seguimos yendo así… y parece que los aires no van a cambiar porque siempre están soplando en la misma dirección, y nosotros no nos decidimos a cambiar nuestro rumbo optando por una conversión necesaria y urgente en la vivencia del gran precepto del amor, tengo la impresión de que nuestro mundo va a sufrir mucho por falta de llevar a cabo los cambios necesarios para ello, sobre todo, de las actitudes personales, sin los cuales es un sueño pensar en que nuestro mundo cambie.
Seguiremos con el tema.
José Gea