El obispo de la diócesis y el clero cordobés han protagonizado un encuentro en Montilla, -se celebra cada año, con motivo de la fiesta de san Juan Ávila-, con tres actos importantes: primero, la oración con textos del santo, en la casa donde vivió y murió; segundo, la misa concelebrada, en la que se realiza especial mención a los sacerdotes que celebran bodas de plata y oro, al igual que un recuerdo por los fallecidos durante el último año; tercero, comida y convivencia fraterna.
Se iniciaron estos encuentros allá por los años 60, durante el pontificado de monseñor Fernández-Conde, y se han ido consolidando en su espiritu y en sus destellos pastorales: adentrarse en la vida de Juan de Ávila, conocerle mejor, vivenciando así su patronazgo, ahora precisamente, cuando el Papa Benedicto XVI le va a declarar Doctor de la Iglesia universal. Entre sus destellos más hermosos, destacan: su conocimiento de la Sagrada Escritura; su reciedumbre y autenticidad de vida, en pobreza, en austeridad, en caridad, en oración, en amor apasionado a Cristo y a su Iglesia; su ardiente celo pastoral tan expansivo y benéfico, que le llevó a recorrer los campos de Andalucía; su carisma como director espiritual de santos como Juan de Dios, Francisco de Borja, Pedro de Ribera, o la misma Teresa de Jesús; su afán y entrega para la mejor formación de los sacerdotes, que le hace proclamar con pasión y encanto: "la clerecía ha de ser la principal hermosura de toda la Iglesia". "Apóstol de Andalucía, / el clero español te aclama, / y al resplandor de tu vida / en celo ardiente se abrasa", se canta en su himno, entonado un año más por el clero cordobés, junto a sus reliquias. Este himno nació en el Seminario de Málaga, en el año 1942. Y desde entonces, ha resonado con fuerza en tantos encuentros como se han dado cita en Montilla, que guarda en sus pliegues históricos la casa y las huellas del nuevo Doctor de la Iglesia.
Juan de Ávila se presente hoy en sociedad, no como un personaje extraño y lejano, sino todo lo contrario: como un hombre de bien, que proclamó con su palabra y con su vida, el amor de Dios, hasta el punto de que se le dnomina hoy como "el santo doctor del amor de Dios". Dotado, por la gracia, de los carismas del consejo y de la sabiduría de los Alto, Juan de Ávila fue testimonio -maestro y doctor eminente con su vida y con sus obras- de que Dios es amor.
En tiempos de turbulencias para la Iglesia y de reformas que pecaban por exceso y por defecto, este santo del siglo XVI enseñó entonces y tambien ahora que la renovación de la Iglesia, en aras a la fidelidad y fecundidad de su misión, pasa por fortalecer la fe y por saber transmitir, con dichos y hechos, que "nuestro Dios es Amor" y que sólo ese amor es capaz de salvarnos de la crisis y de las crisis.