Escribe el P. Gheddo: «La visión "tercermundista" de las relaciones Occidente-Sur del mundo suscita, sobre todo en los intelectuales y en los jóvenes de aquellos pueblos frustración, rabia, impotencia, sentido de revuelta y de venganza, sentimientos negativos para el desarrollo de sus pueblos: si la culpa de nuestra situación de miseria es de Occidente, la solución es odiar y combatir a Occidente, humillar a Occidente. Se les educa a protestar, a denunciar, a proclamar la lucha de clases entre pobres y ricos, pero no a un compromiso personal constante, honesto y sacrificado, enfocado principalmente a la educación de sus pueblos, como sería necesario».
O sea, que les hemos enseñado a odiarnos, y les hemos condenado así a no levantar cabeza. Empezando, por desgracia, por algunos misioneros obsesionados en esta ideología tercermundista. Que también, porqué no decirlo, es la habitual en nuestros medios católicos, empezando por las peticiones de las misas del Domingo. Les haríamos un bien si dejásemos esa ideología de lado, si abandonásemos ese lenguaje.