«Que una persona reconozca que de un día para otro has pasado de tener trabajo a rozar la exclusión social es un problema muy difícil de asimilar». Son palabras de Sebastián Mora, secretario general de Caritas Española. Expresan la tragedia que están viviendo cientos de miles de españoles, afectados por el problema del paro.
 Pero el representante de Caritas no sólo dijo eso. Mejor dicho, lo dijo en un contexto que lo explica: la presentación de la memoria de la institución caritativa católica referente a la actuación contra el desempleo. El trabajo de Caritas en España es gigantesco, ejemplar, espectacular. Y lo es porque tiene detrás a toda la Iglesia, desde los obispos a los laicos; unos recogiendo dinero, otros distribuyéndolo con honestidad y eficacia, otros cuando a personas necesitas y otros organizando diversos tipos de cursos formativos para que los que tienen problemas puedan salir adelante por sí mismos. La Iglesia es mucho más que Caritas, pero es a través de ella cómo la Iglesia expresa su compromiso con Cristo presente en los pobres.
Y si esto es así, Caritas –y la Iglesia que la sostiene- deberían ser merecedoras del aplauso general, del apoyo institucional, del reconocimiento por parte de todos los que están preocupados por la grave situación que atraviesa España. Debería de ser así. El sentido común así lo dice. Pues bien, no es así. Los socialistas, principales responsables de la tragedia que viven millones de españoles, han decidido dirigir los dardos de su demagogia contra la Iglesia e indirectamente contra Caritas, que depende de ella. Y lo han hecho al más puro estilo bolchevique: acusándola de aquello en lo que no peca y en lo que, en cambio, sí pecan ellos. La señora Valenciano –mano derecha en el PSOE del señor Rubalcaba-, ha arremetido contra la Iglesia diciendo que en esta crisis tiene la obligación de “arrimar el hombro”. Como si la Iglesia no hiciera nada y ellos sí. Pero a qué se refiere la susodicha señora socialista, a que la Iglesia debería pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) por sus templos, locales para actividades pastorales, asilos, centros sociales, etc. Saben perfectamente en el PSOE que si eso se pide la inmensa mayoría de las parroquias y de las obras sociales católicas deberán cerrar. Desde luego cerrarán casi todas las de los pueblos. Saben que si eso sucede se producirá un grave quebranto a la sociedad española, pues no sólo la acción caritativa dejará de darse, sino que también se impedirá la acción educativa que, por ejemplo, se lleva a cabo en las catequesis. Saben que los perjudicados serán los más necesitados, los más pobres, los más débiles. Y saben incluso que como mucho el IBI lo podría pagar la Iglesia el primer año y que luego, una vez que se cierren los templos y se malvendan o regalen a las instituciones públicas, ya no cobrarían nada o cobrarían muchísimo menos. Todo eso lo saben. Pero no les importa. El odio que le tienen a la Iglesia es tan grande, que con tal de hacerla daño prefieren dejar a ese millón y medio de familias que ayuda Caritas en la intemperie, a esos ochenta mil pobres a los que alimenta cada día sin comer.
Esto es la Izquierda en España. No sólo ponen palos en las ruedas para dificultar la tarea del Gobierno, que intenta en medio de ingentes dificultades resolver los problemas que ellos dejaron, sino que incluso a los que colaboran a hacer menos trágica la situación, como la Iglesia, les quieren quitar de en medio. No creo que Rajoy les haga caso, pero ya se han lanzado con la bandera de la demagogia contra los católicos. Menos mal que estamos acostumbrados a enfrentarnos a víboras y leones.

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