Al llegar la Semana Santa, todo cristiano sincero siempre se hará la siguiente pregunta: ¿Qué puedo hacer para celebrarla bien?

A este respecto, hay dos cosas que podemos hacer todos con independencia de nuestras circunstancias personales, de si estamos en un grupo o no, o tenemos vacaciones, trabajamos... Nos las enseñó el padre Miguel de Bernabé.

La primera se puede resumir en la palabra “compartir”. Pero no en el sentido de limosna, tiempo, caridad, etc. Más bien está referido a no ser un espectador o un sentimentalista, sino compartir con Nuestro Señor:

Por ejemplo en el Domingo de Ramos con su entrada triunfal… y tan amarga. En el Lunes, Martes y Miércoles Santo recordando sus enseñanzas. En el Jueves Santo con las penas del día y sobre todo sus palabras durante la última cena. El Viernes Santo con el espantoso vía crucis e incluso en el Sábado Santo en el que especialmente acompañamos a la Virgen.
Y finalmente el Domingo de Pascua, día en que se produce el cambio radical, día de triunfo, de gloria y de gozo para disfrutar y exultar con la Resurrección.

Hacer todo esto nos ayudará a acercarnos a una de las metas del cristiano: conseguir que nuestra mentalidad sea lo más parecida posible a la de Cristo.

Por eso la segunda cosa no es menos importante y para ello debemos  examinarnos sobre cómo de sinceros son nuestros sentimientos y buenos propósitos, comparándonos con aquellos que estuvieron presentes en aquellos trágicos días. Es muy práctico para ello hacerse “las cuatro preguntas” que deben estar siempre presentes en cada episodio de la vida de Cristo sobre el que reflexionemos:

Para así aprender de ellos tanto en lo malo que hicieron, para evitarlo, como en lo bueno, para asimilarlo.

Con objeto de descubrir en mi cuánto grado de fariseísmo existe, ver en qué me parezco a ellos y así poder corregirme.

Sobre estos también tengo que preguntarme en qué me parezco yo o en qué los imito.

De la respuesta que demos a esta última pregunta dependerá que pueda decir que he celebrado la Semana Santa como debe hacerlo un cristiano autentico.

En resumen:

Los Tres Mosqueteros

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