Los Santos, por lo tanto, han experimentado una profunda unidad de vida entre oración y acción, entre el amor total a Dios y el amor a los hermanos. San Bernardo, que es un modelo de armonía entre contemplación y vida operosa, en su libro De consideratione, dirigido al Papa Inocencio II para ofrecerle algunas reflexiones sobre su ministerio, insiste precisamente en la importancia del recogimiento interior y de la oración, para defenderse de los peligros de una actividad excesiva, cualquiera que sea la condición en la que nos encontremos y la tarea que se lleve a cabo. San Bernardo afirma que demasiados quehaceres y una vida frenética, acaban a menudo endureciendo el corazón y haciendo sufrir al espíritu (cf. II, 3).
Es un valioso llamado para nosotros hoy, acostumbrados a evaluar todo con el criterio de la productividad y de la eficiencia. El episodio de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda sin duda la importancia del trabajo - crea un ministerio propio – y la importancia del compromiso en las actividades cotidianas que se deben llevar a cabo con responsabilidad y dedicación, pero también nos muestran nuestra necesidad de Dios, de su guía y de su luz que nos dan fortaleza y esperanza. Sin la oración diaria vivida con fidelidad, nuestra acción se vuelve vacía, pierde su alma profunda, se reduce a un mero activismo que, nos deja al fin insatisfechos.
Hay una hermosa invocación de la tradición cristiana para ser recitada antes de toda actividad, que dice: "Inspira nuestras acciones, Señor, y acompáñalas con tu ayuda, para que todo lo que digamos y toda acción nuestra tengan siempre en ti su principio y su cumplimiento". Cada paso de nuestra vida y cada acción, también de la Iglesia, se debe cumplir ante Dios, a la luz de su Palabra.
Es evidente que necesitamos trabajar para sobrevivir con un mínimo de dignidad. El trabajo es un bien de primer orden y dada su escasez actual, uno de los bienes más deseados en España. No es lógico que digamos que trabajar es malo o que daña nuestra espiritualidad, porque no es verdad. El trabajo dignifica al ser humano y le permite sentirse útil a los demás.
¿Qué es lo que no quiere decir Benedicto XVI? Nos indica que, además de trabajar, necesitamos orar. Nos dice que crear planes llevarlos a cabo es estupendo, pero no nos debe hacer perder el objetivo de nuestra conversión. La Oración es imprescindible en todos los niveles: personal. Grupo, Comunidad, Diócesis e Iglesia universal.
Las comunidades que oran unidas, fomentan el espíritu de unidad que tan necesaria es. Trabajar sin acercarnos a Dios en la oración, termina por endurecer nuestro corazón. El activismo es un peligro en el que solemos caer con demasiada facilidad. Creemos que lo podemos todo por nosotros mismos y nos olvidamos de adorar y alabar al Señor diariamente.
La oración que nos deja el Papa es especialmente bella. Se puede leer el ofrecimiento de nuestra voluntad a la Voluntad de Dios.
Si los pulmones de la oración y la Palabra de Dios no alimentan el respiro de nuestra vida espiritual, corremos el riesgo de quedar asfixiados, en medio de miles de cosas, cada día: la oración es el respiro del alma y de la vida. Y hay otro valioso recordatorio que quisiera destacar: en la relación con Dios, en la escucha de su Palabra, en el diálogo con Dios - aun cuando estamos en el silencio de una iglesia o de nuestra habitación - estamos unidos en el Señor a tantos hermanos y hermanas en la fe, como un conjunto de instrumentos, que también en su individualidad, elevan a Dios una única gran sinfonía de intercesión, de acción de gracias y de alabanza.
Su Santidad nos da otra clave importante. La oración no sólo es comunicación con Dios, sino comunión entre nosotros. Cuando oramos nos unimos al coro de todas criaturas que dan gloria al Señor.
Por eso es tan importante orar en grupo o en comunidad. El vínculo que se crea al orar unidos nos ayuda a sentirnos parte de un todo armonioso y llenos de belleza.