Ando interesado en un tema últimamente: las oportunidades que Dios nos da y cómo aprovecharlas. (Ver los post "Trenes que pasan…" y "5 sin ceros").
Sigo ahora con el tema a propósito de Oscar... del famoso Oscar Wilde. La historia de “sus” oportunidades es aleccionadora. Prototipo de escritor decadente, de vida libertina, frívola y de costumbres pervertidas.
Tres semanas antes de su muerte escribió: "Mi falta de rectitud moral se debe en gran medida al hecho de que mi padre no me permitiera convertirme al catolicismo. La Iglesia hubiera podido curar mis vicios. Hace mucho tiempo que deseo ser recibido en ella"
Curiosamente estas palabras, oídas de sus labios por un buen amigo suyo cristiano, decidieron a éste a llamar en su lecho de muerte a un sacerdote católico que le administró los santos sacramentos dándole así ocasión de morir en el seno de la Iglesia.
Sin embargo, muchos años antes, en su juventud, tuvo una muy clara oportunidad que no aprovechó y es ese el episodio que quería destacar hoy.
Fue a raíz de tener un encuentro con el padre Bowden en el Oratorio de Brompton (Londres). Por lo que parece Wilde acudió con un sincero propósito de cambio que decidió al buen sacerdote a escribirle unos días después en estos términos:
"Permítame insistirle con la mayor seriedad posible en lo que le dije ayer; usted, como todo el mundo, posee una maldad natural que, en su caso se ha visto aun mas corrompida por las malas influencias ideológicas y morales... De ahí que se exprese usted como un soñador, como un escéptico sin fe en nada y sin propósito alguno en la vida.
Por otro lado Dios, en su misericordia, no le ha dejado conformarse con este estado y le ha mostrado el vacio de ese mundo; es El quien le permite sentir el aguijón de su conciencia y el anhelo de una vida recta. De ahora en adelante la vida que usted lleve dependerá enteramente de su libre voluntad. Cuando Dios llama -recuérdelo- se obliga a conceder los medios para obedecer a su llamada.
Hágalo pronto y gozoso: las dificultades desaparecerán y su conversión le traerá la auténtica felicidad...
Confío en que vuelva usted el jueves para continuar hablando; puede tener la seguridad de que no le animaré a hacer nada que no le dicte su propia conciencia.
Entretanto, procure rezar mucho y hablar poco."
Pues bien ese jueves Wilde no volvió, en su lugar envió al Oratorio- seguramente a modo de disculpa- un voluminoso ramo de lirios.
La ocasión voló, la dejó escapar y quién sabe si ya, hasta el mencionado momento de su muerte cristiana, se le volvió a presentar alguna otra ocasión.
Oído fino a la ocasión y diligencia para aprovecharla parecen ser cruciales en estos casos. Además de saber que las oportunidades de Dios son como llamadas a una puerta que… solo se puede abrir desde dentro.
Porthos