“No es un secreto que Fiducia Supplicans provocó angustia e ira entre muchos obispos de todo el mundo. Algunos miembros de este Sínodo se sintieron traicionados”

Son palabras de Timothy Radcliffe, predicador del Sínodo, en una de sus meditaciones. En mi opinión da en el clavo.

Estamos asistiendo a un desinterés y una desconfianza muy grande hacia el Sínodo. Lo que el año pasado eran miedos a que se pudieran producir cambios sustanciales en la doctrina moral de la Iglesia se han transformado en indiferencia este año. En medio de ambos está Fiducia Supplicans. Esta documento ha causado una herida profunda en el seno de la Iglesia. Una herida en la confianza.

Las bendiciones a parejas del mismo sexo han cruzado una línea peligrosa. Está en juego que la Iglesia deje de seguir a Dios para seguir una doctrina cambiante de hombres. Aunque es claro que ya desde antes hay preocupación, se viene dando un caldo de cultivo de sospecha que es muy malo. Fiducia Supplicans ha sido una gota que colma un vaso. A las reacciones de muchos Obispos, sobre todo de los países más pobres, me remito.

Esto en mi opinión está en la base del desánimo y desinterés generalizado hacia lo que viene de Roma. Muchos nos preguntamos, ¿se puede seguir confiando en futuros escritos? También hay miedo a que se vaya más lejos en cuestiones que tienen que ver con el tema moral. Proliferan curas que cometen abusos litúrgicos. Son tiempos de mucha confusión, no es ningún secreto. Y eso está llevando al desánimo a muchos sacerdotes y laicos. Por no hablar de los que se van al extremo engañoso del sedevacantismo, lo cual es muy doloroso para la Iglesia.

 

¿Solución? Podemos aprender de la historia. La Iglesia ha sufrido épocas de grandes persecuciones. La respuesta fue la fe de los mártires.

En otra época llegó a haber más arrianos (que negaban la divinidad de Cristo) que cristianos. La respuesta de los Santos fue confesar la fe aún quedándose solos.

Incluso la Iglesia ha visto a Papas indignos salir al balcón de San Pedro con su mujer y sus hijos.

¿Un Papa no residia en Roma? La santidad de Catalina la daba la autoridad para hablarle con verdad y caridad sobre el daño que estaba haciendo.

¿Lutero rompía? Ignacio inventaba los ejercicios espirituales y hablaba de conversión personal y la evangelización en los más remotos lugares.

Mas recientemente, ¿qué los curas se hacían marxistas? Salía Madre Teresa a cuidar a los pobres que estos personajes jamás se atreverían a tocar.

¿Que la revolución sexual entra en la Iglesia? Juan Pablo II se pasa seis años dando catequesis semanales sobre la verdadera afectividad y sexualidad.

La solución a las crisis siempre está en la santidad de los miembros que viven, hablan y actúan con libertad y fidelidad a la cabeza que es Cristo, médico que sana las heridas de su esposa Iglesia.

No todos estarán dispuestos: o nos crucificamos nosotros o le crucificamos a Él.