En el Primer Simposio de Peritos de los Tribunales Eclesiásticos celebrado en Murcia, y organizado por el Tribunal Eclesiásticos de la Diócesis de Cartagena,  intervino el prestigioso canonista Mons. D. Santiago Panizo Orallo, que fue Decano del Tribunal de la Rota en España. El profesor Panizo es uno de esos genios del Derecho que de vez en cuando nos da la naturaleza y prestigia a la Iglesia. Sus conocimientos sobre el matrimonio son muy amplios, y de ellos es el fruto de sus múltiples cursos, conferencias, publicaciones, etc.

                Entre sus muchos trabajos especializados destacamos el que lleva por título: ¿Tiene futuro el matrimonio y la familia?.  Este ensayo obtuvo el Primer Premio en la modalidad de Investigación de los Premios Balbuena De La Rosa-CEU, de Familia (1ª edición, 2006)

                No es posible exponer ni siquiera una reseña digna de esta publicación. Reducirlo a unas pocas líneas mataría la sabiduría que en él se vierte. Nos limitamos a reproducir la introducción que el autor  hace en el mismo, y algunos párrafos del mismo, invitando al lector a entrar en la página que indicamos al final, para leer íntegramente las 50 páginas que el autor dedica al tema:

 

Preludios doctrinales

*  “El mejor método de investigación es el de estudiar las cosas en el proceso de su desarrollo desde el comienzo. Así, pues, la primera unión de personas a que da origen la necesidades es la que se da entre aquellos seres que son incapaces de vivir el uno sin el otro, es decir, es la unión del varón y la hembra para la continuidad de la especie y eso no por un propósito deliberado, sino porque en el hombre, igual que en los demás animales y las plantas, hay un instinto natural  que desea dejar detrás de sí otro ser de la misma especie que uno mismo”.

ARISTÓTELES, en este paso de su Política, Lib. I, 1.252 a 26-28,  ante una exploración o estudio de la realidad,  se decide por el método directo y elemental de observarla en sus primeros impulsos, en los iniciales avances de su presencia y juego en el ordenamiento de la sociedad.

Deja de lado, de este modo, a los muchos que “tienen por muy poco práctico empezar por el principio” cuando se trata de pensar en las que son y han sido las razones de las respuestas de la vida humana a los retos de obrar que deja sentir la “necesidad”.

El gran filósofo, para preguntarse por el “qué es” una cosa en sus principios, lo qué es el matrimonio concretamente, analiza la entidad y calidad de sus raíces, las que son y no las que se quisiera graciosamente que fueran,  las que son en la sustancia en las radicales circunstancias, y no tanto en las coyunturas, ni en los accidentes o en unos oportunismos adyacentes.

**  “Todo el mundo reconoce la existencia de una nave —grande o pequeña—  que no se debe abandonar por muy inminente que sea el naufragio”.

Aceptemos, pues, como incontrovertible  la existencia de instituciones, a las que estamos ligados de un modo permanente, así como de otras, a las que nuestra adhesión es temporal...”

“Mas, a despecho de todas las innovaciones,  habrá quien continúe abrigando la convicciónde que el puente que las generaciones pasadas tendieron para unir las dos torres del sexo es la más laudable de las obras magnas de este mundo”.

Gilbert K. CHESTERTON, en su Ensayo titulado La superstición del divorcio (Obras Completas, Plaza y Janés, Barcelona, 1961, tomo I, págs. 917-920) sondea —con la intuición y las razones del pensador certero— las claves de la pervivencia de lo humano sobre la tierra.

En las instituciones, al trascenderse con ellas lo puramente individual, encuentra el secreto. Se puede innovar y se puede cambiar. En lo de matrimonio y familia;  en sus raíces mismas, individuales y sociológicas; en las vetas más profundas de asiento del haz de unas vinculaciones que, por imperativos de la misma realidad de las cosas  y de sus tendencias de mayor calado y arraigo humanos, son uno de los moles paradigmáticos de las posibilidades del hombre de “construirse” a sí mismo, en aras de su destino humano, por el despliegue circunstancial de sus potenciales de vocación radical, la institución matrimonial  —a despecho de todos sus avatares y contingencias circunstanciadas— es como un seguro de vida para esa necesaria pervivencia.

Solo mirando las cosas del matrimonio y de la familia bajo la luz que surge de tan netas fijaciones doctrinales;  sólo mirando así las realidades que tienen que ver con las raíces de lo humano radical y con las claves  más firmes de la razón de ser hombres; solo desde los principios y desde las “necesidades” humanas que  condicionan, perfilan y modelan los pasos de su devenir en la Historia, solo contando con estas premisas se  pueden lograr aciertos en la tarea de dar respuestas claras y seguras al interrogante del tema: si el matrimonio  y la familia de hoy —cual han sido y ahora mismo son, en este preciso momento de la historia humana—, en  cuanto instituciones de proyección sin término de tiempo y espacio, conservan potenciales —o encierran  y contienen validez de futuro— para “inspirar” el ser y la dinámica del matrimonio y de la familia del  mañana.

Si tienen —o no— futuro.

…………….

Las instituciones de mayor fondo, arraigo y perspectiva de una sociedad no se pliegan con facilidad ni a los experimentos ligeros o arbitrarios, ni a las innovaciones sin buenas razones y medidas. Toda la perspectiva institucional lleva ya en sus raíces conceptuales unas razones de consistencia y firmeza tales que la liberan de muchas de las contingencias que son más afines a las normales o corrientes mutaciones propias de laexperiencia jurídica en general1.

El peligro de que, con un trato poco serio o poco respetuoso con la estabilidad, las instituciones se trivialicen, decaigan en la razón de fijeza que las hizo emerger a la vida social e incluso se agoten sus posibilidades de asegurar en sus esencias y principios lo humano radical frente o ante las contingencias de lo humano más concreto y eventual —en ello está puesta sin duda la razón de ser de las instituciones2—, es un peligro real.

Cuando en los oídos suenan y se notan en ellos los latidos del corazón, algunos interpretan que los sentidos se ponen en el lugar de la inteligencia y que las sensaciones mandan sobre las conciencias.

Para el matrimonio y la familia, los tiempos que corren son nerviosos, de pulsos acelerados y sonoros, porque desde muchas cátedras y escenarios a estas dos instituciones se les vaticinan presagios desastrosos.

Hace años, en 1992, en el Prólogo de una obra que recogía ensayos de G. K. CHESTERTON sobre el matrimonio ya se avanzaban ideas sobre un cambio de rumbo en los acentos y perfiles de estas crisis. “La crisis de la familia —la del matrimonio lo mismo— ya no está en algo superficial o en algo tan inmortal como la “guerra de los sexos”, sino en la misma naturaleza de la familia”

En el fondo de la frase se atisba la hipótesis de unas crisis que no serían tanto de crisis de vivencias o crisis existenciales, como de fondo y de raíces, un fenómeno nuevo de ocaso de las instituciones, referido concretamente a matrimonio y familia….

…Abiertamente se predica y define —con valor de “dogma post-moderno”— que el matrimonio y la familia son realidades caducas, hojas muertas de pre-invierno que revelan el decaimiento del bosque y, como tales, sin razón ni sentido para seguir manteniendo el monopolio de la regulación ideal de las relaciones afectivas de los seres humanos…

El problema que se cuestiona es —por ello y sin duda— importante y urgente porque, habiendo sido el matrimonio y la familia dos piedras punteras del edificio de la civilización occidental y cristiana, escuelas de civilidad y desarrollo como sostuvo ya el pensamiento greco-romano, “los que reconocen esta crisis han juzgado que es el problema social más importante”, o uno de los más agudos de la hora presente..

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Invito al lector a leer íntegramente el trabajo, para conocer en profundidad las motivaciones de esta crisis a la que se ha sometido el matrimonio y la familia.

(Editado por  CEU Ediciones

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Instituto de Estudios de la Familia                        

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