Estos días pasados hicieron un amago de manifestación el colectivo ateo de España, que en su beligerancia quisiera arrasar la religiosidad de un pueblo que, con más o menos autenticidad, ha manifestado su fe en la calles de todos los pueblos.  Y esto les hace rechinar los dientes de rabia. Profesan ese relativismo absolutista y totalitario que denunciaba estos días Ignacio Sánchez Cámara en ABC.

Cuando sacaron en su momento a la calle el llamado “Bus ateo” la Conferencia Episcopal publicó una nota en la que comentaba esta iniciativa que no dudaba en calificar de blasfema. Los autores de aquella lamentable iniciativa daban a entender que Dios es poco menos que un “aguafiestas”,  que no nos permite vivir a nuestras anchas. Está claro que a los que no les interesa ninguna normativa moral que recorte sus intereses, Dios y la religión son sus enemigos.  

            Algunos piensan que los cristianos sufrimos las consecuencias de nuestra “cándida” caridad y misericordia. Es posible. Jesucristo precisamente murió por eso. Puso la otra mejilla y lo crucificaron. Y desde la cruz pidió al Padre que los perdonara. Así de magnánima es nuestra fe, por eso la historia de la Iglesia está sembrada de mártires.

            Pero esto no quita para que defendamos la Verdad, y exijamos respeto máximo a Dios y a nuestra Religión. Es, por otro lado, un deber democrático. Detrás de ciertas ideologías se esconde un feroz totalitarismo, y esto ya no es ni siquiera humano. Los cristianos de todos los tiempos hemos convivido con personas y regímenes de múltiples colores, y ha habido paz y progreso en la medida que se ha observado la educación y el respeto. En el caso contrario siempre ha salido perdiendo el más humilde. El discípulo no es más que su Maestro.

            Pero estos valientes guerrilleros del ateísmo beligerante, saben a quién pueden plantar cara sin excesivos riesgos. La misma nota histórica de la Conferencia Episcopal afirmaba: Sabemos de sobra que nadie hubiese permitido un lema publicitario formulado en los siguientes términos: "Probablemente Alá no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida". Es evidente que estas blasfemias que se lanzan en Occidente, son un abuso de los principios de respeto y tolerancia sembrados por el cristianismo. Pero, sin embargo, no nos avergonzamos del Evangelio; y deseamos ser seguidores de aquellas palabras de Jesús que nos piden "guardar la espada" (cfr. Jn 18, 11); al mismo tiempo que responder con la misma firmeza y serenidad con que Cristo se dirigió al soldado que le abofeteaba: "Si he hablado mal, dime en qué. Pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" (Jn 18, 23).

            En el origen de toda esta farsa encontramos el ancestral anticlericalismo de nuestros países occidentales, y muy acusado en España. No hace mucho se  gritaba en un mitin que la culpa de toda la crisis la tienen los militares y los curas, ¡cómo no!        Viene bien conocer el testimonio de aquel famoso político español que fue Manuel Azaña, el que pronunció en una sesión parlamentaria la célebre frase: España ha dejado de ser católica. Al final de su vida se reconcilio con Dios y con la Iglesia. Cuenta el obispo Pierre Marie Theas, que le asistió en su grave enfermedad en el exilio: La noche del 3 de Noviembre , delante de sus médicos españoles, de sus antiguos colaboradores y de la señora de Azaña le di la extremaunción y la indulgencia plenaria al moribundo, en plena lucidez… El presidente Azaña tenía una fe real… Tenía los ojos húmedos por las lágrimas cuando tomó el crucifijo, que arrebató de mis manos y se lo llevó a los labios, besándolo amorosamente tres veces y diciendo cada una de ellas, “Jesús, piedad, misericordia”… Respondió en latín a las oraciones de la Extremaunción y rezó el “Confiteor”. Se asoció a las oraciones que yo le sugería… Recibió de buen grado el sacramento de la Penitencia.


            Y así murió arrepentido un anticlerical destacado, que no puso el letrero contra Dios en ningún muro, sino que eliminó solemnemente la Religión Católica en una sesión histórica del Parlamento español. Muchos ateos modernos no conocen este detalle de su vida, pero es bueno que tomen ejemplo del testimonio de tantos que, antes o después,  se arrepintieron de sus osadas actitudes. Y Dios y la Iglesia los perdonó como siempre. Puede que alguno no llegue a tiempo de deponer su postura. Pero es posible que más de un creyente haya rezado por más de uno ateo sin darle publicidad. Así de noble es el cristianismo.

Juan García Inza

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