O Rumania, así sin acento, como se decía, -al menos en España, no sé si también en otros países hispanoparlantes-, hace ya unos añitos, cuando yo era un niño. Un término mucho más parecido, por otro lado, al modo en el que los propios rumanos pronuncian el nombre de su país (/ro.mɨ´ni.a/), y además, coherente con el modo en que los propios españoles pronunciamos otros países con similar estructura fonética (Estonia y no Estonía, Lituania y no Lituanía).
La población rumana es eminentemente ortodoxa: un 86% de sus habitantes lo son, frente a un 5% que son católicos, un 6% que son protestantes de diferentes adscripciones, y un 0,3% que son musulmanes.
La inmensa mayoría de los rumanos se halla por lo tanto, en fechas tales como éstas, en plena Semana Santa, una Semana Santa que celebran con ritos muy particulares que les voy a relatar a partir de lo que a mí me cuenta una buena especialista en el tema: mi gran amiga rumana Valen.
Las fechas vacacionales para empezar, poco o nada tienen que ver con las que seguimos en España. En Rumanía se trabaja el Jueves Santo y el Viernes Santo, pero son festivos el lunes y el martes que siguen al Domingo de Resurrección. El viernes debe de ser un día particularmente duro para los rumanos, porque al trabajo se ha de añadir un ayuno completo que alcanza hasta la ingesta de agua, unido, por supuesto, a otros ayunos no meramente culinarios: no se fuma (hábito muy extendido en Rumanía), no se usan perfumes, etc., etc., etc..
Hablando de prácticas alimentarias, durante la Cuaresma se practica una abstinencia severísima, que no sólo afecta a la carne, como entre los católicos, sino que incluye el pescado, los huevos, la leche o toda otra fuente de proteínas, y que sólo permite ingerir frutas y verduras… (Para que luego se crean los vegetarianos que han inventado algo). Abstinencias, por cierto, que también se practican antes de Navidad y en torno al 15 de agosto.
También el jueves se procede a esa práctica tan ortodoxa (vigente, aunque quizás con menos intensidad, en todas las confesiones cristianas) de pintar los huevos, en este caso, de rojo, si bien últimamente la costumbre transige con otros diseños menos estrictos. Un rojo que, como ya señalamos cuando de la Semana Santa griega hablábamos, simboliza la sangre de Cristo.
Durante la medianoche que va del sábado al domingo, se produce la gran vigilia, una vigilia que puede durar la entera madrugada, con el encendido de velas a partir de una llama inicial, y el continuo procesionar saliendo y reentrando en las iglesias. En la iglesia se bendicen trozos de pan (no se trata de la eucaristía, es una práctica diferente, comparable en todo caso a la costumbre católica de bendecir el agua), que la gente se lleva a casa junto con la vela encendida y va consumiendo hasta que termina.
Y el domingo es la gran fiesta. En ella la comida tradicional es el cordero, así como numerosos dulces entre los cuales una tarta de queso llamada pasca. Los rumanos se felicitan por la calle diciendo “Hristos a inviat!” (“¡Cristo ha resucitado!”), a lo que el aludido responde “Adevărat a înviat!” (“¡En verdad ha resucitado!”).
Así pues, por mi parte, nada más que desear Paşte feriçit! (feliz Pascua) a todos los rumanos ortodoxos de buena voluntad que conviven con nosotros, y también a los que permanecen en Rumanía o se extienden por todos los rincones del globo, y que tales días como hoy y mañana, se hallan en los momentos estelares de su Semana Santa.
©L.A.
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