Con motivo de la homilía de Mons. Reig Pla en la Misa celebrada en la Catedral de Alcalá de Henares, y transmitida por la 2 de TVE, se ha levantado un revuelo absurdo por uno de los muchos temas tratados como contrarios a la moral católica. Se trata del ejercicio activo de la homosexualidad. Es decir, de los pecados de lujuria cometidos por personas del mismo sexo. Igualmente trató del matrimonio, de la posible doble vida que pueden llevar algunos sacerdotes, etc. Pero resulta que es siempre el lobby gay el que protesta cuando se valora moralmente sus posibles actividades fuera de la naturaleza de las cosas.
Hace un tiempo una de las lectoras de un consultorio que yo mantenía en la página www.mercaba.org me planteó el tema, y me solicitó una orientación doctrinal. Realmente la cuestión es de gran importancia, de rabiosa actualidad como se ve estos días, y que preocupa a los expertos ya que el problema de la homosexualidad está afectando a un considerable sector de nuestra sociedad y, lo que es más grave, parece que esta situación tiende a agravarse por distintas razones. Intentaremos aclarar algunas ideas, ya que con frecuencia recibimos preguntas sobre el particular.
La revista PALABRA publicó un número monográfico dedicado a la CASTIDAD en los distintos estados y situaciones del hombre. Uno de los capítulos lo dedicaba a la HOMOSEXUALIDAD, y publicaba una entrevista con uno de los expertos europeos más destacado en el tema de terapia de la homosexualidad. Se trata del Gerard J.M. van den Aardweg, holandés, Doctor en Psicología por la Universidad de Amsterdan. Ha impartido cursos por América y Europa, y se dedica a tratar de ayudar a las personas afectadas de esta anomalía llamada HOMOSEXUALIDAD. Trataré de recoger lo esencial de esta interesante entrevista.
Ha publicado un libro llamado Homosexualidad y Esperanza, y dice que esperanza hace referencia a la actitud interior de quien se enfrenta con sentimientos homosexuales. Aunque digan que se aceptan como son, etc., el autor afirma que felices, de verdad, no lo son nunca.
Aclara que GAY significa originariamente alegre, animado, pero que ha perdido este significado desde que se usa para el estilo de vida homosexual. Ahora el valor de la palabra ha pasado a ser alegría afectada, artificial; limita casi con exhibicionismo. Los Juegos Olímpicos de 1999 en Amsterdan para ellos daban pena, aunque fuese un espectáculo para el mundo. Eran un puro infantilismo. La alegría del gay es un poco extraña.
El homosexual que ejerce como tal en el terreno sentimental cae en una sexualidad neurótica. El diseñador de alta costura alemán Wolfgang Joop, homosexual, afirma en un tono cínico en una entrevista concedida a una revista: “Esto es un estilo de vida que crea adicción y, a la vez, una especie de frigidez. Como no estás satisfecho aumentas la dosis y, en consecuencia, se multiplican las frustraciones”.
Quien acepta y se identifica con su condición de homosexual, puede sentir algún alivio, pero cae preso de una sexualidad neurótica. Por eso, el camino contrario, la búsqueda de la verdad sobre sí mismo sin dejarse arrastrar por un derrotismo de “yo soy así”, es camino de esperanza.
Generalmente los deseos homosexuales arrancan de situaciones depresivas que se padecen en la juventud debido a complejos, soledad, frustraciones, inseguridad en la identidad sexual. Y todo ello se opone a la esperanza. La esperanza se pierde cuando se piensa que uno es fatalmente así y no tiene remedio. No puede caer el homosexual en un pesimismo pensando que su caso no tiene solución. Hay esperanza cuando se intenta superar las dificultades, los complejos y se huye de las ofertas que una sociedad depravada hace continuamente en este campo, en el que quedan atrapados tantos niños y jóvenes por culpa de viejos verdes sin conciencia, o enfermos crónicos del sentimiento.
Dice nuestro experto que la homosexualidad no es hereditaria. Hay situaciones familiares y hábitos educativos que favorecen la tendencia homosexual. A los chicos les influye muy negativamente la conocida madre superprotectora y dominante; o un padre distante o poco viril, o que le dedica más tiempo y afecto a los otros hermanos. No favorece en nada una educación afectiva adecuada en este sentido: el que la madre o el padre no se sientan contentos con sus propias condiciones de mujer o de hombre. También se da el caso de los padres que tratan a las hijas como si fueran chicos porque eso es lo que deseaban tener, o al contrario.
Aparte de la familia, que es muy importante, influye mucho también el trato con los compañeros del mismo sexo. Muchos homosexuales confiesan haber llegado a esa situación tras haberse visto marginados o minusvalorados por los mismos compañeros. Se trata de un complejo de marginación al no haberse visto aceptados. La mayoría de los científicos consideran la homosexualidad como un trastorno, aunque por influencia de los distintos colectivos o corrientes de opinión que están involucrados en este mundo se trate de considerar más bien como condición.
Y al ser tratada socialmente la homosexualidad como una condición, ya casi no se habla de corrección o de terapia de tratamiento. Todo eso ha pasado a ser un tabú. Hoy, como afirma Aardweg , la homosexualidad se ha politizado. En algunos programas de educación sexual se incluye la homosexualidad como algo normal. La epidemia del Sida podría haberse paliado en gran parte en Occidente, si se hubiese seguido considerando la promiscuidad homosexual como algo patológico, afirma el experto que citamos.
En algunas telenovelas, de las que muchos son aficionados, se llega a la aberración de presentar a parejas heterosexuales cargadas de problemas y de infidelidades, mientras que una parejita de homosexuales es presentada como modelo de felicidad, a los que hay que envidiar, y a los que acuden muchos a pedir consejo. Pero la realidad es todo lo contrario. Las parejas de homosexuales son muy frágiles, y se rompen con facilidad. Según un estudio alemán, el 60% de esas parejas duran un año, y sólo el 7% superan los cinco años.
Nuestro experto afirma rotundamente que la imagen de la pareja de homosexuales feliz, como espejo del matrimonio, es una mentira con fines propagandísticos. Entre ellos no son excepción la infidelidad, los celos, la soledad y las depresiones.
¿Puede un homosexual vivir la castidad? ¿Es moralmente aceptable la legalización de las parejas de homosexuales con posibilidad, incluso, de adoptar niños? Seguiremos hablando del tema en el próximo post.
Dejamos claro que no estamos descalificando, ni satanizando, a los que son como son y tratan de superarse, sino a los que intentan tergiversar la condición humana y enmendar la plana a Dios, que nos creó hombre y mujer, y a la pareja humana varón y hembra, le dijo. “Creced y multiplicaos”. Los brazos de la Iglesia siempre estarán abiertos a toda persona de buena voluntad que viene tomándose la vida en serio. No se va contra nadie, sino contra todo un montaje contario a la Ley de Dios.
Juan García Inza