La Semana Santa termina bien, o mejor no termina, se prolonga, ojalá, en un clima de vida, de ilusión y de resurrección. La primavera nos anuncia nueva vida y la Pascua nos ofrece realizarla en el ancho pentagrama de nuestros mejores afanes. La resurrección es esperanza. Es el mensaje y la promesa de esperanza que aporta el cristianismo a la condición de quienes nos vemos abocados inevitablemente a la muerte. Desde este punto de vista, se puede afirmar que el evangelio es un argumento privilegiado para dar sentido a la vida, en unas condiciones en las que el "sin sentido" de la vida nos abruma.
El Resucitado nos dice que, más allá de todas las evidencias que se nos imponen, la muerte no tiene la última palabra en el destino de los humanos. No estamos destinados al fracaso y a la corrupción, sino a la vida y a la felicidad.
He aqui un puñado de Bienaventuranzas para los que quieren resucitar o se sienten ya resucitados.
Bienaventurados los que saben reír de sí mismos, porque tendrán diversión para rato.
Bienaventurados los que saben distinguir una montaña de una piedra, porque se evitarán muchos inconvenientes.
Bienaventurados los que saben descansar y dormir sin buscarse excusas, porque llegarán a sabios.
Bienaventurados los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.
Bienaventurados los que son suficientemente inteligentes como para no tomarse en serio, porque serán apreciados por sus compañeros.
Bienaventurados los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán fuente de alegría.
Bienaventurados los que saben mirar sabiamente las cosas pequeñas y tranquilamente las cosas importantes, porque llegarán lejos en la vida.
Bienaventurados los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desaire, porque su camino estará lleno de luz.
Bienaventurados los que saben interpretar benévolamente a los demás, porque serán tomados por ingenuos pero este es el precio de la caridad.
Bienaventurados los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque evitarán muchas tonterías.
Bienaventurados los que saben reconocer a Dios, porque habrían encontrado la verdadera luz y la auténtica sabiduría.
Bienaventurados todos aquellos que contemplan la vida como un hermosa aventura, que sienten con emoción en sus manos la hermosa misión que han de cumplir y que recorren los senderos de la historia, iluminado sus rostros, con una sonrisa siempre a punto para los que llaman a la puerta de su corazón.
Bienaventurados todos los crucificados de la tierra, pero tambien todos los que han hecho de su pasión y muerte una fecunda resurrección, superando obstáculos, venciendo desánimos y confiando en tantas personas de buena voluntad como pueblan la faz de la tierra.
Antonio Gil