La famosa villa castellana de Covarrubias, en Burgos, fue fundada por el conde Fernán González, allá por el siglo X: es un monumental conjunto histórico-artístico alrededor de su espléndida Colegiata. Entre tantas maravillas destaca una obra de arte excepcional: el famoso Tríptico de los Reyes Magos labrado y policromado con singular perfección y sentimiento en el siglo XV.
Podemos contemplar en el centro a la Virgen esbelta, gentil y solemne, que ofrece el mejor Don a la humanidad: al Niño Dios que alarga con naturalidad su pequeño brazo para curiosear aquellos regalos. San José, tan discreto como siempre y en segundo plano, rebosa confianza y paz. Los tres Reyes ricamente ataviados se muestran muy señores y reverentes. Aquí el artista quiso jugar con el tres que siempre fue número de perfección: Tres de Familia -la Trinidad de la tierra-, tres Reyes, tres ofrendas, tres gorros o tocados, y tres animales porque a la mula y el buey añade un perrillo fiel.
«Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron», dice el evangelio de Mateo. Porque esa Epifanía significa la manifestación de Jesucristo a todo el mundo, no sólo al pueblo judío elegido. El encuentro de Jesús con otras razas y culturas supera aquel nacionalismo estrecho y, desde ahora, la referencia para el creyente no será la ciudad de Jerusalén sino la Persona de Jesús.
Hoy más que nunca sabemos que por parte de los cristianos no habrá guerra de religiones porque, gracias a Dios, nuestra fe no es violenta y va unida a la verdad y a la caridad. En cambio, otro año tenemos que hacer balance de los cristianos asesinados cuando asistían a la Santa Misa en lugares de áfrica o de oriente como Nigeria o la India. Suman varias docenas los mártires cristianos durante el último año. Por tanto, cuando algunos parlotean sobre la violencia de las religiones conviene que sean honrados y miren más allá de las fronteras de los países occidentales, es decir al otro lado de la civilización cristiana.
Aquellos Magos dan testimonio de ello a través de su ciencia humana que les sirvió para descubrir a ese Dios que muchos ven lejano porque no se mueven para buscarlo, mientras que otros quieren verle como un competidor de la autonomía del hombre. Sin embargo, como esos Reyes o el autor anónimo del retablo de Covarrubias, los cristianos podemos dar testimonio de Jesús cuando trabajamos con rectitud por el bien del hombre como pedía Juan Pablo II: «Se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios».
En los tiempos difíciles que vivimos por la polarización política y social (palabra estrella del 2023 por desgracia) y el abandono de valores humanos, hemos de evitar caer en un pesimismo existencial y en la dictadura del relativismo, que ocurriría por olvidar las raíces cristianas de nuestra cultura, y el proyecto histórico europeo. Por eso la Epifanía o manifestación de ese Niño como Dios a todos los hombres es una gran ocasión para decidirse a buscar a Dios y a seguir la estrella, sin conformarse simplemente con mirarla. Bueno sería que en esta fiesta de Epifanía los adultos intentemos parecernos a nuestros hijos en la sencillez y la alegría ante los regalos que esperan de los Magos de Oriente, y tan niños como esos sabios que han buscado con sacrificio la verdad y descubren que Dios no siembra fronteras porque nadie queda excluido del amor de ese Niño nacido en Belén de Judea.