Después de escribir el retrato sociológico de la izquierda en España, y luego el de la derecha, la pregunta lógica era la que ahora me formulo: y bien, España finalmente, ¿es de derechas o de izquierdas?
Yo sé que casi todos sostienen que España es de izquierdas: lo hacen los de izquierdas, pero curiosamente lo reconoce también la derecha. Yo sin embargo, fíjense Vds., pienso que sociológicamente hablando, España es de derechas, aunque a esta afirmación inicial quepa hacer importantes matizaciones que también haré.
Desde luego, si me quedo con los resultados de las cinco últimas elecciones generales, esto es, con las producidas desde el año 1996, los hechos parecen darme claramente la razón, con cinco elecciones generales de las cuales la derecha ha ganado tres y no sólo eso, sino que de ellas, dos con mayoría absoluta. A lo que añadir que en las dos ocasiones en las que ha ganado la izquierda, en una de ellas, cuando lo consiguió en 2008, lo hizo con el resultado más exiguo con el que haya ganado nunca unas elecciones en España el partido vencedor y sostén del Gobierno, y en la otra, lo hizo con el país en estado de shock después del que se define como el atentado más sangriento en la historia no de España, sino de Europa: el 11-M.
A la vista del análisis sociológico que realicé en los artículos que escribí el 6 de septiembre de 2011 (“Retrato sociológico de la izquierda”) y el 6 de febrero de 2012 (“Retrato sociológico de la derecha”), la explicación hallaba comprensible sustento, pues definí como el grupo más extenso del panorama político español el que denominé “derecha sociológica o de masas”, mucho más populoso que el que definí en la parte correspondiente del arco electoral en la izquierda como “izquierda histórica o de masas”. Con una diferencia, eso sí, que es la que determina el que cabe definir como mucho más que esporádica victoria de la izquierda, a saber: la lealtad mucho más grande de la izquierda de masas a las siglas de sus partidos, una izquierda que a lo más que puede llegar es a la abstención y en raras ocasiones, que la de la derecha de masas a las suyas, siendo relativamente sencillo hacer que éstas se abstengan (un simple puente con buen tiempo puede ser suficiente), o incluso voten las siglas de izquierda.
Para conseguir esto segundo, cosa que ocurre con harta frecuencia en España, la izquierda dispone de dos grandes instrumentos, tan eficaces que a pesar de no ser el nuestro un país sociológicamente de izquierdas, lo cierto sin embargo es que de los treinta y cinco años de democracia transcurridos en España desde las primeras elecciones multipartidistas definibles como democráticas en 1977, la izquierda ha gobernado veintiúno frente a los catorce que lo ha hecho la derecha (y eso aceptando que ese cuchifrito infumable que fue la UCD era parte de esa derecha).
Los dos instrumentos en cuestión son los siguientes. El primero, presentar un programa relativamente centrado capaz de atraer a un sector significativo de esa parte de la derecha que dimos en llamar sociológica, una táctica a la que en mi opinión recurrió Felipe González consiguiendo obtener tres mayorías absolutas, una muy justa y dos muy amplias. A la victoria que obtuvo con mayoría relativa en el ocaso de su carrera política no me refiero, pues en mi opinión, en ella ya no recibió el apoyo de la derecha sociológica. Felipe González contó con la irrepetible situación de una derecha que se quedó sin referencias con la crisis formidable y desaparición final de un partido político de masas, la UCD, en un proceso sin precedentes ni repetición posterior en España y con precedentes en pocos países del mundo (los de la democracia cristiana y el Partido Comunista en Italia son casos parecidos). Y si finalmente el mecanismo dejó de producir sus productivos resultados fue debido al varapalo que para la productiva estrategia representó la irrupción en el panorama de la imparable corrupción pesoíta de los años 80-90 y del GAL.
El segundo instrumento es mucho más sutil: consiste en provocar a la derecha ideológica y asimilarla a la extrema derecha (¿les suena?) para que la voluble y acobardada derecha sociológica se asuste y decida distanciarse para no ser vista como asimilada. Es táctica consuetudinaria en la izquierda, y aunque también fue explotada por Felipe González, aunque éste la coordinara con la consistente en presentar un programa algo más centrado, en el caso de sus sucesores (ZP y Rubalcaba) es la única a la que han recurrido. En modo a veces tan zafio como lo hizo en estas últimas elecciones el candidato pesoíta, que después de anunciar (él mismo, no la prensa de izquierdas o de derechas, no un compañero de partido, no, ¡¡¡él mismo!!!) que el PSOE aún podía ganar las elecciones porque tres millones de votantes aún no habían decidido si votaban PSOE o PP, va el “materia gris del país”, como muchos lo llaman, y en vez de plantear una campaña de centro acorde con dicho diagnóstico, va y plantea una campaña… ¡¡¡de extrema izquierda!!! con los quincemistas en la calle, el discurso de la algarada, etc. etc. etc. Así le fue.
En fin, que de derechas. Aunque Vds. no se lo crean, que ya sé que no, pero de derechas. Claro que con una derecha así… ¿quién necesita de la izquierda para perder unas elecciones?
©L.A.
Otros artículos del autor relacionados con el tema
Retrato sociológico de la derecha (6 de febrero de 2012)
Retrato sociológico de la izquierda (6 de septiembre de 2011)