Ídolos caídos en desgracia
En el año 2015, el 19 de diciembre, publicaba en ABC José Carlos Carabias un artículo que cobra en estos días especial actualidad. Hablaba, entre otros de, de Diego A. Maradona. Una vida jalonada por los éxitos y la abundancia y un minuto para mancharlo todo. Como le ha sucedido a Valentino Rossi, otras figuras del deporte cayeron en desgracia después de un instante de ofuscación o de un mundo paralelo que ocultaban a los seguidores. Los hinchas siempre sostienen el espectáculo y el negocio hasta que se cansan del personaje.
Diego Maradona era lo más parecido a Dios en el fútbol hasta que se despeñó por los sumideros del desdoro y la ignominia. Las drogas convirtieron al personaje. Antes su palabra y su maravilloso pie izquierdo cambiaban el signo de las cosas. Desde que se supo de su adicción a la cocaína, pasó a protagonizar agresiones, descalificaciones y situaciones grotescas para alguien que lo tuvo todo en su mano.
Así le ocurrió al argentino prodigioso con el pie y el balón, que enardecía a millones de seguidores cada tarde que jugaba. Y una parte importante del mundo del deporte se fabricó un dios de oro, pero que tenía los pies de barro.
Recuerdo, a propósito del acontecimiento vivido estos días, el relato del sueño que tuvo Nabucodonosor y que fue interpretado por Daniel, se encuentra en Daniel 2:31-35. La Biblia dice: Tú, oh rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra.
Maradona fue en gran futbolista, con el ritmo mas acelerado que un tango argentino, y llenó de gloria los estadios por donde pasó. Sus seguidores no aspiraban a más, tenían bastante con su dios que estaba al alcance de la mano. Todo lo demás -pensaban- son historias. El cielo lo tocaban con sus manos cada tarde que el ídolo saltaba al césped de cualquier campo. Los gritos de entusiasmo se oían lejos, los corazones palpitaban con vertiginosamente, incluso alguno terminaría por estallar en pedazos. Pero todo sea por el ídolo, nuestro dios de oro.
Pero los pies eran de barro, y llegó un momento en que una piedra, o muchas piedras, saltaron del monte tenebroso, y fascinante, de la vida oscura, haciendo añicos lo que parecía eterno. Y cayó la imagen. Y los adoradores dormidos de cualquier parte del mundo despertaron y se unieron en una “adoración” frenética. Y el cuerpo destrozado del ídolo caído, fue devuelto a la tierra del olvido. Ya hacía tiempo que no metía goles.
Que Dios le ofrezca una buena portería para que Maradona pueda espiar todo lo que no fue juego limpio.
Juan García Inza