La idea, aunque muy apetecible, siempre había sido reprimida por no se cual de mis hemisferios cerebrales, seguramente por aquel donde reside el sentido común, porque, la verdad, no soy historiador y doctores tiene Salamanca… y la Santa Madre Iglesia, pero habida cuenta de que para hablar del dolor y la enfermedad no necesariamente se ha de ser galeno no quiero en esta ocasión quedarme con las ganas.
No esperen de mi, y por tanto de este post, una sesuda y elaborada reflexión acerca de los motivos, causas, consecuencias y devenires de la llamada Transición (que curiosa palabra queda si quitamos la -ns-). Este post es un grito de niño que exclama ¡¡¡ Pero si va desnudo!!!, frente a los intelectuales palmeros de “la verdad oficial” que alaban la belleza del traje del emperador desnudo. La caridad ¡si!, pero en la Verdad como nos ha recordado el Papa.
Comunión y Liberación, movimiento al que admiro y quiero de corazón, ha organizado en torno a la Transición el EncuentroMadrid 2012, para la elaboración de contenidos han contado entre otros con Stanley Payne quien ha afirmado, tal como se recoge en una entrevista publicada en paginasdigital.es, que “La mayor aportación que ha hecho España al mundo ha sido la Transición” … ¡toma ya!... resalta además lo pacífico del proceso olvidando los casi 600 muertos (sin contar los asesinados por ETA y GRAPO) que se produjeron en aquella época por motivos políticos.
La Transición es una historia mítica que cada cual cuenta según sus intereses. No se molesten mucho en leer e indagar para conocer la versión oficial, no pierdan el tiempo, si quieren, de una forma mucho más amable, conocer en su totalidad la versión oficial de la Transición háganse con la serie de televisión que nos narra la historia de la familia Alcántara y podrán comprobar el maniqueísmo histórico que la sustenta. Si van por nota, si quieren especializarse, aun arriesgo de su salud mental, pueden ver las series, sobre ese mismo periodo histórico, que cuentan las andanzas del Excelentísimo señor don Adolfo Suárez y su Ilustrísima el Cardenal Tarancón.
Comprendo que la mentira a fuerza de repetirse llegue a convertirse en verdad en el (sub)consciente colectivo, pero no entiendo que católicos bien formados se sientan orgullosos de un proceso que nos ha traído la pornografía, el divorcio, el aborto, el gaymonio y los seminarios diocesanos vacíos.
Comprendo el afán, necesidad tal vez, de reescribir la historia de los herederos ideológicos de los derrotados en 1939, pero no entiendo que alguien en su sano juicio considere la transición como el punto de partida de la reconciliación nacional. La reconciliación comenzó en los años 40 y el los 60 no existía la división y animadversión que actualmente padecemos (gracias entre otros a nuestro anterior presidente de gobierno). Mi familia, como una de tantas familias de clase media de la época, estaba formada por un señor, mi padre, de familia falangista y una señora, mi madre, de familia socialista, que no me vengan ahora a decir que tuvo que llegar la transición para que en mi casa reinara la reconciliación, puedo asegurarles que esa reconciliación era un hecho en mi familia y entre la inmensa mayoría de españoles desde hacia ya mucho tiempo, a pesar de las lógicas discrepancias de opinión que libremente se expresaban.
Creo, con mis amigos de Comunión y Liberación, que “Las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre”, y tambien hay que saber que hay fuerzas que lo pueden cambiar para el bien y para el mal, tal como nos recuerda el Evangelio entre el trigo crece la cizaña, por ello cabe considerar que ni el régimen de Franco fue todo lo malo que se dice de él, ni la Transición fue todo lo buena que se dice de ella, en fin, solo la Verdad nos hará libres y capaces de construir una España justa sobre cimientos sólidos, lejos de ello andamos en la actualidad. Deus in adjutorium meum intende.
Germán Menéndez