Si esta pregunta nos la hacen a cualquiera, todos diremos que sí. Yo también lo digo. Mi fe está fundamentada en la fe de la Iglesia Católica, unida a la fe de los apóstoles; y actualmente recitamos y proclamamos el credo de los apóstoles que se proclama desde los primeros siglos sin añadir ni quitar una coma. Otros se basarán en otras razones, que no son del caso confrontar ahora.
En la conversación anterior decíamos que en las religiones monoteísticas, si creemos que hay un solo Dios no era posible que todas fuesen verdaderas porque creemos en cosas contrarias.
PREGUNTA: Entonces, si nosotros creemos que la Católica es la única verdadera; y las demás no lo son, ¿cómo se salvan los que pertenecen a otras religiones? Es una pregunta que nos hacemos muchos cristianos y pueden hacerse todos.¿Qué responde Ud. a esto?
RESPUESTA: Nuestra fe en este punto es clara. Quienes están de buena fe en una religión concreta distinta de la nuestra, están llamados también por Cristo para formar parte de este único pueblo de salvación que está cimentado en Él. Porque una cosa es que Cristo sea el único salvador y otra, que sea conocido como tal por todos.
Hay gente de muy buena voluntad que no pertenecen a la Iglesia Católica, pero son mejores que muchos católicos. ¿Crees tú que eso no lo tiene en cuenta Dios? Y con todos los respetos a Dios, te hago una pregunta: Si tú fueses Dios, a los que no pertenecen a nuestra Iglesia o que ni siquiera han conocido a Cristo, si son honrados, buenos, justos, que procuran hacer el bien a todos, ¿les salvarías o les condenarías?
PREGUNTA: claro. Entonces ¿pueden salvarse?
RESPUESTA: Naturalmente que pueden. Recuerda que Jesús alabó las actitudes de algunos que no eran judíos, lo cual no significa que diese por buenas sus creencias. Igual nosotros debemos respetar la fe de los demás porque debemos respetar su libertad, pero esto no nos exime de ofrecer nuestra fe y de testimoniarla, de manera especial, con nuestra caridad.
PREGUNTA: Insisto en la pregunta ¿Cuál es la verdadera Iglesia?
RESPUESTA: Claro, para mí, la iglesia Católica; y para los que pertenecen a otras confesiones religiosas, la suya. Cada uno tenemos nuestras razones y cada uno tenemos nuestra fe. No es momento de discutir; más bien debemos orar para que se cumpla el deseo de Cristo de que todos seamos uno como el Padre y Él son uno. El Señor hará que algún día nos encontremos. Es la gracia de Dios lo que nos ha de ir conduciendo a la unidad tan deseada por Él.
Hay algo muy fuerte en la vida que es la fe, tanto humana como religiosa, que se vive con el mayor convencimiento e intensidad. En cuanto a la e humana, creemos que nuestros padres son nuestros padres. En cuanto a la fe divina, Dios sale al encuentro del hombre y le ofrece su amistad. El hombre se encuentra con un Dios amigo, como se encuentra ante tantos amigos. Si empieza a vivir su amistad con El, va experimentando lo mismo que cuando alguien se ha encontrado con un buen amigo. Y en la amistad no cabe más prueba que la vivencia del amor. Ni a Dios ni a los amigos pedimos credenciales ni documentación para iniciar la amistad. La mayor prueba es la vivencia.
Y lo que sí podemos ver, como se ve también en cualquier otra amistad, es que nuestra fe es razonable, es decir, que no es una estupidez ni una tontería. Pero en el fondo, lo importante es amar. Si amas, no hacen falta razones; si no amas, todo son dudas.
Sólo la experiencia de la amistad es lo que nos va diciendo que se trata de una amistad que hay que intensificar o de la que hay que ir prescindiendo. ¿Por qué todos los que creemos en Jesús, sea cual sea nuestro credo, no tratamos de experimentas en serio y en profundidad la amistad con Jesús? Vive tu fe e irás percibiendo en tu corazón la plenitud del amor y que no hay cosa tan maravillosa.
Y tú ¿por qué no intentas vivir tu amistad con Jesús? Te aseguro que se te irían muchas dudas. Si te decides, te vas a encontrar con un Dios encarnado, Jesús, pendiente de ti y de cualquier hombre; vas a sentir sobre ti el cariño de Jesús y vas a sentir también el gozo de amarle. Sin pruebas y sin demostraciones, pero viviendo en plenitud el amor.
José Gea