Cuando publiqué en 2015 el trabajo sobre la historia de Las Marías de los Sagrarios en la Archidiócesis de Toledo no había tenido acceso al original de este poesía escrita por el beato Saturnino Ortega en 1911. Junto a otras noticias que he ido recopilando en estos años, estamos a la espera de publicar la segunda edición de aquel libro. Hoy adelantamos esta primicia para felicitar a las Marías en esta próxima Epifanía, día en que fueron fundadas por Don Saturnino, como recordábamos ayer.
Son las primeras horas de las Marías de los Sagrarios. San Manuel González García acababa de fundar la Obra de los Sagrarios Calvarios. Tenía 25 años cuando fue nombrado, en 1902, arcipreste de Huelva. El Correo Español publica esta noticia y foto de un jovencísimo don Manuel con fecha del 26 de junio de 1911.
El 4 de marzo de 1910 funda la Obra de las Marías de los Sagrarios, de mujeres seglares, centrada en el culto al Santísimo Sacramento en los Sagrarios. El título hace referencia a las Tres Marías que acompañaron a Jesús en el Calvario.
En abril de 1911 fundó los Discípulos de San Juan, para hombres seglares, con el mismo propósito. El título hace referencia al apóstol que estuvo en el Calvario con las Tres Marías.
El 2 de octubre de 1912 fundó los Juanitos del Sagrario, para los niños.
En 1911 escribió el Reglamento de la Obra de las Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan y en 1913 el Manual de las Marías y de los Discípulos de San Juan. Las dos fundaciones pasaran a ser parte de la Pía Unión de los Sagrarios Calvarios.
La Obra de las Marías de los Sagrarios se extendió por las diócesis de España, Portugal, Italia y Bélgica. El primer país americano en donde se establecieron fue Cuba, en 1913.
Por eso, resulta muy llamativo que el beato Saturnino Ortega en junio de 1911: ¡un año y tres meses después de ser fundadas las Marías! ya compusiese y apareciera publicada esta poesía. Si hubo correspondencia entre ambos santos lo desconocemos, por lo menos hasta ahora.
Bajo esta líneas, don Saturnino Ortega recién ordenado sacerdote.
LAS TRES MARÍAS
Escrito por el beato Saturnino Ortega Montealegre fundador de las Marías de los Sagrarios en Talavera de la Reina (Toledo) publicado en un especial de El Castellano de Toledo con motivo del XXII Congreso Eucarístico de Toledo, en junio de 1911. Al año siguiente, el 16 de julio de 1912, don Saturnino sería destinado a Talavera, como párroco de Santa María la Mayor y arcipreste de la ciudad. Allí ejercería su ministerio, durante 24 años, hasta alcanzar la palma del martirio en las primeras horas del 6 de agosto de 1936.
Sin temor a la nevada
que aún en las umbrías queda
estando el duro cierzo
que desciende de la sierra,
van tres mujeres a pie
subiendo la áspera cuesta
en cuyo final se yerguen
las casitas de una aldea.
¿Qué buscan esas mujeres
en tal día y tales tierras?
Porque aquel no es su camino
ni es suya la aldea aquella
lo están diciendo bien claro
su atalaje y sus maneras.
Pero ya al pueblo llegaron
y al volver de una calleja
vistiéndose sus mantillas
entran las tres en la iglesia,
a tiempo que el sacerdote
va ya con su Misa a medias,
y viéndose en todo el templo
como a cuatro o cinco viejas
que sus rezos interrumpen
al entrar las forasteras.
Y el monaguillo por poco
derriba una vinajera.
De nada de esto se cuidan
nuestras devotas viajeras,
arrodilladas y humildes,
sin levantar la cabeza,
oran con recogimiento
hasta que el momento llega
de la Comunión; entonces
ante las gradas se acercan,
como en señal de que piden
parte en la Sagrada Mesa.
Se aturrulla el monaguillo,
tosen más fuerte las viejas,
y por fin del Tabernáculo
se abre la dorada puerta,
y el amoroso Jesús,
que tantos días espera
allí abandonado y pobre,
por un momento se alegra
corriendo a saciar tres almas
que viven de sus finezas.
Porque eso son las Marías
que junto al Sagrario velan,
almas nobles que no pueden
contentarse con la tierra,
y por eso en Cristo buscan
el pan que las alimenta.
Que cuando el mundo grosero
su Sacramento desprecia,
ellas le adoran rendidas,
le visitan, le cortejan,
porque Rey es de los cielos,
y pobrecitas no aciertan
de su lado a separarse.
como aquellas, como aquellas
que en la cumbre del Calvario,
llenas de amor y de pena,
al pie de la Cruz estaban
llorando lágrimas tiernas.
Y es el mismo Jesucristo
con toda su realeza
quien mora en la Eucaristía
y en nuestros templos se alberga,
donde a veces solo llaman
el olvido o la blasfemia.
Por eso las tres Marías
van a visitar la aldea,
a decir a sus vecinos
que tienen allí una prenda,
que es Jesús Sacramentado
de quien apenas se acuerdan.
Que miren que son sus hijos,
que le sirvan, que le quieran,
porque Jesús es muy bueno,
que a todos ama de veras;
que le visiten y adoren
y reciban con frecuencia,
porque es dulce para el alma,
porque es pan de vida eterna.
A eso van las tres Marías
Y va la Virgen con ellas;
por eso están sus palabras
de amor y ternuras llenas,
y rinden los corazones
y obtienen santas promesas,
de que ya no dejarán
solo a Jesús en la Iglesia:
que le irán a recibir
la pudorosa doncella,
algún obrero cristiano
y aun la pobrecita vieja.
Así vuelven las Marías
a su pueblo más contentas
que si hubieran descubierto
tesoro de ricas perlas.
Trabajaron por amor
de Aquel que nos redimiera
dándonos toda su sangre,
y eso a los buenos alegra.