Recordamos que estamos ofreciendo una serie de meditaciones cuaresmales  de Santo Tomás de Aquino sobre la Pasión y Muerte del Señor, según la recopilación de P.  FR. MÉZARD, O. P.

            El nos dice: Vayan al Doctor Angélico, que les dará no solamente amplia materia para meditar, sino también la más apta para reformar las costumbres, y también para nutrir y acrecentar el amor a nuestro Salvador.

            Estas meditaciones no siguen el temario litúrgico que nos sugieren las Lecturas  del Calendario actual. Se centran más bien en la Pasión Redentora de Cristo. No viene mal preparar la  Semana Santa teniendo como horizonte permanente la Cruz de Cristo, tratando de ahondar en todas las Gracias que a través de ella nos consiguió el Señor.

LA LANZA Y LOS CLAVOS DE NUESTRO SEÑOR

Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y salió luego sangre y agua (Jn 19, 34).

I. La Escritura dice de un modo expresivo abrió, y no hirió, porque por este costado se nos abre la puerta de la vida eterna. Después de esto miré; y vi una puerta abierta (Apoc 4, 1). Ésta es la puerta en el costado del arca, por la cual entran los animales que no han de perecer en el diluvio.

II. Esta puerta es causa de salvación. Por lo cual salió luego sangre y agua. Es muy maravilloso que del cuerpo de un muerto, en el cual está cuajada la sangre, salga ésta. Esto ocurrió para mostrar que por la Pasión de Cristo alcanzamos plena ablución de nuestros pecados y de nuestras manchas.

            De nuestros pecados por la sangre, que es el precio de nuestro rescate, como dice la Escritura: Habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, que recibisteis de vuestros padres, no por oro ni por plata, que son cosas perecederas; sino por la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero inmaculado, y sin mancilla (1 Ped 1, 18); de las manchas por el agua, que es baño de nuestra regeneración. Y derramaré sobre vosotros agua pura, y os purificaréis de todas vuestras inmundicias (Ez 36, 25). En aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los moradores de Jerusalén para lavar las manchas del pecador… (Zac 13, 1).

El costado de Cristo sigue abierto:
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