Jesús proclama que “el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mc 1, 15), anuncia que en Él sucede algo nuevo: Dios se dirige al hombre de modo inesperado, con una cercanía única, concreta, llena de amor; Dios se encarna y entra en el mundo del hombre para tomar sobre sí el pecado, para vencer el mal y reconducir al hombre al mundo de Dios. Pero este anuncio está acompañado por la petición de corresponder a un don tan grande. En efecto, Jesús añade: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15); es la invitación a tener fe en Dios y a convertir cada día nuestra vida a su voluntad, orientando al bien todos nuestros pensamientos y acciones. El tiempo de la Cuaresma es el momento propicio para renovar y hacer más fuerte nuestra relación con Dios, a través de la oración cotidiana, los gestos de penitencia y las obras de caridad fraterna.
Este anuncio que Cristo hace y que el Santo Padre nos recuerda no difiere mucho del mensaje que como cristianos tenemos el deber de hacer llegar a todo aquel que lo necesita. “el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mc 1, 15) pero, ¿Qué tiempo y que Reino?
El tiempo al que se refiere Cristo es el momento de la conversión. Es el instante en que tomamos consciencia de lo que somos y que únicamente tenemos sentido a través de Cristo. El Reino es el lugar donde la potestad del Rey es efectiva. El Reino de Dios aparece en nosotros cuando aceptamos la lógica de la salvación: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15); es la invitación a tener fe en Dios y a convertir cada día nuestra vida a su voluntad, orientando al bien todos nuestros pensamientos y acciones. Para cumplir la voluntad de Dios hay que comenzar por reconocer su potestad y poder. Después tenemos que encontrar la dinámica de la conversión que Cristo nos ofrece e hacer la voluntad de Dios. No se trata de un cumplimiento ignorante y mecánico, sino de un cumplimiento consciente y que se alimenta del sentido y consistencia que nos ofrece Cristo. Dice San Pablo de Cristo: todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia (Col 1, 17)
Este tiempo de Cuaresma es especial: es el momento propicio para renovar y hacer más fuerte nuestra relación con Dios, a través de la oración cotidiana, los gestos de penitencia y las obras de caridad fraterna. Nuestro testimonio debería ser tan evidente que quienes nos vieran vivir la Cuaresma, deberían darse cuenta de que algo ha cambiado. La Cuaresma es la invitación a tener fe en Dios y a convertir cada día nuestra vida a su voluntad, orientando al bien todos nuestros pensamientos y acciones.
Hacer la vida cotidiana testimonio de conversión no es nada sencillo. Comporta romper con las categorías que separan la vida cotidiana de la vida de Fe. Comporta ganar coherencia y consistencia de nuestro propio ser. Comporta no temer, porque estamos en manos de Dios.