Estos días he oído y leído una serie de explicaciones que se han ido conectando en mis reflexiones y que ahora comparto con mis lectores. No esperen una tesis muy trabajada, se tendrán que conformar con unos meros apuntes.
Empezaba escuchando el magnífico podcast de Gavin Ashenden, Merely Catholic, en el que el antiguo capellán anglicano de la Reina de Inglaterra Isabel II, ahora católico romano, va entrevistando a gente interesante. Como a Paul Kingsnorth, escritor inglés, editor de la prestigiosa revista The Ecologist o de las publicaciones de Greenpeace, que tras su paso por el budismo y la wicca, una especie de neopaganismo ecologista vinculado con la brujería, es ahora cristiano. Explica Kingsnorth que a él los cristianos le caían bastante mal, pero que un día, debatiéndose entre dudas, le pidió a Dios que, en caso de que existiera, le mandara una señal. Al día siguiente su e-mail y sus redes sociales aparecieron, de pronto, inundadas de invitaciones a actividades cristianas (una conferencia, un podcast, un concierto en una parroquia…). Esto duró varios días hasta que Kingsnorth le dijo a Dios que había captado el mensaje y regresó la tranquilidad a su e-mail y a sus redes. Ya se ve que Dios es capaz de adaptarse a las tecnologías más actuales.
El caso es que Kingsnorth empezó a estudiar diversos libros para intentar comprender de qué va la fe en Jesucristo y empezó a frecuentar una iglesia católica, a la que asistía regularmente, quedándose en misa en un discreto lugar y por supuesto sin acercarse a comulgar. Mientras, explica el propio Kingsnorth, un poco confuso entre qué confesión cristiana seguir, le pidió a Dios: envíame un sacerdote que me lleve a la iglesia correcta. Así pasaron meses, y aunque frecuentaba las iglesias católicas, ningún sacerdote le dirigió la palabra. Un día fue a visitar un monasterio ortodoxo (el único que hay en toda Irlanda, donde vive ahora Kingsnorth) y allí se le acercó un sacerdote ortodoxo que enseguida se puso a hablar con él y que se ofreció a ayudarle en su camino hacia la fe. Kingsnorth es ahora ortodoxo y creo que su experiencia nos debería dar que pensar. Esta semana George Weigel se preguntaba: “si la Iglesia está todo el día en reuniones sinodales, ¿cuándo sale a evangelizar?”. En cualquier caso, parece obvio que algo está fallando en muchas parroquias.
Kingsnorth añade que la liturgia ortodoxa, que él ve muy diferente de la católica o la anglicana, le convenció de que debía hacerse ortodoxo. En vez de algo que pretendía adaptarse a los tiempos encontró algo, continúa, “muy bello, muy antiguo, muy profundo”. Al final, comenta, lo que buscaba era la iglesia que hubiera cambiado menos, que se hubiera plegado menos al mundo moderno, que no hubiera tratado de modernizarse para ser aceptada.
Pensaba en este comentario y en la cuestión litúrgica (en el ansia actual por erradicar lo que Benedicto XVI denominaba la forma extraordinaria del rito latino) cuando me topé en la revista francesa La Nef con una entrevista al P. Jean-Baptiste Nadler, un sacerdote francés de la Comunidad del Emmanuel, que acaba de publicar un libro titulado El Espíritu de la Misa de Pablo VI. Por una auténtica renovación litúrgica. Lo que dice allí el P. Nadler me llamó mucho la atención y creo que arroja luz a las actuales disputas litúrgicas y, de paso, al comentario de Kingsnorth sobre la importancia de la liturgia al optar por los ortodoxos en vez de por la Iglesia católica. Reproduzco algunos de los pasajes de la entrevista:
“El pseudo "espíritu del Concilio" ha sustituido, o incluso se ha opuesto, al texto del Concilio: la misa obligatoria "en lengua vernácula, de cara al pueblo" se ha convertido en una norma de facto difícilmente justificable en sus textos.
La recepción de la reforma litúrgica y su aplicación se vieron perturbadas por el fenómeno de "Mayo del 68", caracterizado por una profunda ruptura generacional.
Aunque la celebración versus populum se ensayó aquí y allá durante los años 50, el Concilio no se decidió por esta opción. La celebración cara al pueblo fue ciertamente posible más tarde, pero la celebración ad orientem sigue siendo la norma, incluso en el misal francés de 2019. El cara al pueblo no refleja, pues, la esencia de la reforma conciliar. ¡Al contrario! Creo que una reorientación progresiva de la misa servirá mejor a la reforma litúrgica, al menos por dos razones: por una parte, permite descentrarse del celebrante y poner así mejor en práctica la dimensión comunitaria y participativa de la misa; por otra, muestra más claramente que la liturgia eucarística está vuelta... hacia el Padre (por el Hijo, en el Espíritu). Es importante ayudar a los fieles a profundizar en su relación con el Padre.
El Concilio Vaticano II "reconoció el canto gregoriano como el canto propio de la liturgia romana" y decretó que "debía ocupar un lugar de honor". Su práctica desaparición de nuestras misas parroquiales y diocesanas es un escándalo.
Pues me parece que hay aquí mucho para ser meditado. Y me parece que sería urgente hacerlo si queremos responder al mandato de ir a evangelizar. Pero por desgracia, no parece que éstas vayan a ser las cuestiones centrales del próximo Sínodo.