Cuando hace apenas unos días escribía sobre la reacción que ha suscitado el Obamacare en los Estados Unidos, aportaba un dato mucho más significativo de lo que a primera vista pueda parecer, cual es el que aporta la encuesta Rasmussen Reports, según la cual, mientras un 61% de los norteamericanos no cree que el gobierno deba exigir a las instituciones católicas pagar este tipo de seguros, ese porcentaje desciende sorprendentemente hasta un 52% cuando de la propia comunidad católica norteamericana se refiere. Aunque en principio absurdo, el dato está apuntando ya una tendencia algo más que evidente, cual es que el voto católico de los Estados Unidos, contrariamente a lo que muchos podrían pensar, es mayoritariamente demócrata (y en este caso, obamista), y no tanto republicano.

 
            Los indicios de que ello es así son muchos. Sólo a modo de ejemplo, Massachussetts, el estado más proporcionalmente católico de los Estados Unidos, es también conocidamente demócrata. No por casualidad el único presidente norteamericano católico, John Kennedy, fue demócrata y provenía de Massachussets.

 
            Otro dato: cuando en junio de 2010 me hice eco de la Encuesta anual sobre valores y creencias que la prestigiosa empresa demoscópica Gallup acababa de hacer pública unos días antes, me veía obligado a aportar otro dato bien significativo, cual es el de que “la posición pro-vida alcanza mejor resultado en las adscripciones de corte protestante, un 59%, que entre los católicos, un 52%”, siendo así que, según la misma encuestas, mientras entre los votantes republicanos, se manifiestan pro-vida en un 70%, en el bando demócrata sólo lo hace un 33% de sus electores, lo que sigue apuntando en el mismo sentido apuntado.
 
            En su documentado artículo publicado en Ya, el catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana y miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, Alberto Acereda nos informa de que de los 26 senadores católicos norteamericanos, 17 son demócratas y 9 republicanos, y de los 136 congresistas en la Cámara de Representantes, 98 son demócratas y 38 republicanos.
 
            En el paraíso de las encuestas y las estadísticas que es Estados Unidos no podía faltar el dato preciso de lo que vienen votando los católicos norteamericanos (que ascienden a un 23% de la población norteamericana), y aunque de fuentes diversas, he podido constatar que siempre o casi siempre han votado más en demócrata que en republicano. Por lo que hace a las cinco últimas elecciones, y con la excepción de la segunda elección de Bush en 2004, al que el 52% de los católicos norteamericanos votó frente al 47% que votó demócrata, en todos los demás casos, el voto católico se ha orientado siempre hacia el Partido Demócrata. En 1992, mientras el 44% votaba demócrata, el 35% votaba republicano. En 1996 la proporción era favorable a los demócratas 53 a 37. En 2000, ganando el republicano Bush, otra vez, aunque algo menos, 50 a 47. Y en las últimas elecciones de 2008 en las que venció Obama, la proporción volvió a ser favorable a los demócratas por 54 a 45.
 
            En un país, el nuestro, donde la izquierda ha identificado al catolicismo como el enemigo a batir y cuyos dirigentes se manifiestan tan indisimuladamente pro-demócratas -recuérdese el nada recatado “¡Kerry(1), te necesitamos!” que iba gritando un desesperado Moratinos por los rincones de los Estados Unidos en 2004- estos datos darán un poco que pensar… ¿o no?
 
 
            ©L.A.
           
 
 
                (1) Por cierto, demócrata y católico, él mismo.
 
 
 
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