Supongo que conocen ese chiste de uno que le pregunta a otro:
“Oye, tú qué crees que es peor… ¿la ignorancia… o la indiferencia?.”
Y el otro le responde:
“Pues mira chico… ni lo sé, ni me importa.”

Del chiste siempre me ha hecho más gracia la ingenuidad del que pregunta que el descaro del que responde y lo traigo a colación a cuenta del despiste que a menudo tenemos los cristianos cuando de evangelizar se trata.

Y  es que quizás haya sido en este campo en el que hayamos sido más pésimos discípulos de Cristo pues en lugar de imitar su conducta, siempre digna y exigente, hemos corrido tras la gente suplicándoles que se conviertan.

¿Se han parado a leer con atención en el evangelio qué les dice Cristo (*) a tres “candidatos” que no parecían precisamente malos? 

A uno que le dice: “Te seguiré a donde quiera que vayas”, Cristo le responde: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre  no tiene donde reclinar la cabeza”. ¡En vez de animarle se lo pone difícil!, le hace ver las dificultades y de manera brusca.

A otro que le ordena (no precisamente le suplica): "¡Sígueme!", éste le responde un razonable: “Déjame ir primero a enterrar a mi padre…”. Y Él le replica “Deja que los muertos entierren a su muertos, tu vete a anunciar el Reino de Dios”.

Y a un tercero que también le dice: “Te seguiré Señor, pero déjame antes despedirme de los de mi casa”, le responde: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”.

En definitiva tres “buenos” candidatos y, sin embargo, Nuestro Señor no acepta de ellos ni que se acobarden ante las dificultades, ni que pongan por delante “razonables” pretextos. Y desde luego nada de suplicarles y andar tras ellos.

Así las cosas y como cristianos (es decir evangelizadores) deberíamos imitar esta conducta de Cristo y evangelizar, sí... pero como Dios manda.

Porthos

(*) San Lucas, capítulo 9, 57 y ss.