La crisis de Siria revela la hipocresía de los diputados árabes de Israel
Eliezer Yaari. Haaretz. 9.2.2012
Más de 300 personas fueron asesinadas en Siria por su propio gobierno durante el pasado fin de semana, asesinadas por tanques, artillería y fuego de mortero. Sus casas fueron destruidas y cientos de cadáveres aún permanecen enterrados bajo las ruinas. Hay un largo rastro de sangre detrás de estos números, el parpadeo de las imágenes de niños pequeños que son lanzados desde las ventanas y el video tomado con un móvil de un hombre que va caminando, se escucha un disparo y ese hombre que cae al suelo.
Más de 300 personas. Esto ocurrió después de muchos días de cifras más modestas, de "sólo" 15, 35 o 58 muertos. Sucedió aquí, justo al otro lado de la frontera, a una hora en coche de Kiryat Shmona. Un fascista, un incontrolable gobernante produciendo una carnicería en su propio pueblo.
Ustedes pueden decirme, “bueno, ya lo sabíamos”, los comentaristas han estado repitiendo durante semanas que todo eso terminará en cualquier momento, que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya ha sido convocado y... “¿Ahora te das cuenta?”. Además, después de todo, este es un asunto interno en el cual los árabes se dedican a matarse entre sí, así que... “¿De repente te han partido el corazón?”.
Ustedes pueden decir en definitiva de que se trata de un caso monstruoso que sólo nos demuestra que no se puede creer ni confiar en los árabes, que debemos continuar guardando silencio y dejando en el olvido cualquier posibilidad de que alguna vez lleguemos a un acuerdo con ellos en esta región, uno que se base en la comprensión, la cooperación y, por supuesto, las concesiones (¿Mutuas?).
Durante semanas, he estado escribiendo acerca de esto y tratando de llamar la atención de las organizaciones de derechos humanos. He dedicado los mejores años de mi vida y todo mi energía en crearlas y apoyarlas, creyendo que no se pueden dividir los derechos humanos: no se puede discriminar a una mujer dando a luz porque sea árabe, no se puede discriminar a un alumno de Etiopía porque es negro, y no podemos encubrir actos despreciables, tiránicos, incluso si tienen lugar cerca de las tumbas de nuestros patriarcas.
Los estados no pueden permanecer en silencio ante el genocidio, por no hablar de los grupos de derechos humanos. Pero las respuestas que recibí fueron vagos murmullos: "Es el trabajo de Amnistía Internacional", o "Mira, el mundo ya está respondiendo, somos parte del mundo". Sin embargo, debemos prestar atención a lo que está sucediendo aquí a nuestro lado, ese es nuestro trabajo.
En la comunidad en la que he trabajado desde la década de 1990 hay muchas organizaciones árabes, y en las últimas semanas he estado llamándolas. Se ha estimado que cerca de 10.000 personas ya han sido asesinadas en Siria, así que les pregunté que cómo después de ver esas largas filas de cadáveres, durante todos estos meses no ha habido una sola manifestación árabe israelí en contra de esa masacre. Algo así como las manifestaciones del Día de la Tierra, o la conmemoración de la masacre de 1956 en Kafr Qasem.
Olvídense de los grupos de derechos humanos judíos, les dije - algunos tendrán que rendir cuentas algún día -, pero esta semana se cumplen 10 meses de un genocidio que está ocurriendo en un país árabe, y cientos fueron asesinados y miles heridos el pasado domingo. Las noticias aparecieron durante la mañana del sábado y el tiempo era bueno, todo el mundo, la propia gente, podía haber organizado manifestaciones espontáneas. ¿Pero que hay de ustedes? !Allí tienen amigos y familiares!
Durante todos estos años, los diputados árabes israelíes han viajado hasta allí buscando el favor del gobernante sirio, ese que ahora está masacrando a su propio pueblo. Esos diputados se sentaron al lado de este líder sangriento, absorbiendo cada palabra que decía, y después de todo esto, no hay una sola voz entre todos ellos que diga: "el derramamiento de sangre ya es suficiente".
Tal vez alguno de ellos ya ha está protestando y yo no lo he escuchado. Eso es posible. Yo no leo los periódicos árabes. Pero esto no pretende ser un debate interno que deba llevarse a puerta cerrada, todo el pueblo de Israel debe formar parte de él.
Sé que no es fácil para la minoría árabe de Israel hablar en contra de alguien del mundo árabe, pero hay un límite. ¿Trescientos muertos, miles de heridos, y no hay ninguna manifestación organizada en la plaza central de Nazaret o Shfaram (ciudades árabes israelíes)?
¿Es realmente la sangre árabe tan barata?
Me acuerdo de Octubre del 2000, cuando 13 ciudadanos árabes israelíes fueron muertos a tiros por las fuerzas de seguridad. El país entero se estremeció con las manifestaciones en Galilea y en Wadi Ara, había tiendas de campaña donde se fomentaba el diálogo, y la comisión de investigación, emitió condenas y encendidos discursos.
Y aquí estamos ahora, en los días de una "primavera" que se han convertido en un “terrible invierno“, y todo lo que escucho al diputado árabe israelí más popular en la sociedad judía, el Dr. Ahmed Tibi, es subir a la tribuna pública para leer, con inusitado fervor, un folletín alrededor de una diputada supuestamente fascista del partido Yisrael Beiteinu. ¡Qué valiente! ¡Cuánta fuerza moral!
Él sabe perfectamente que esa es una cháchara y una mera distracción, porque hoy mismo otro centenar de sirios fueron asesinados, y no a manos de malvados judíos, sino de gente de su propio pueblo. Pero no hay ninguna protesta. Ni ese diputado ni nadie dentro del liderazgo civil árabe israelí subirá al podio para añadir su voz a la demanda mundial de que se detenga la matanza.
No hay cantantes árabes que protesten, ni periodistas árabes que se lamenten, y los políticos árabes israelíes seguirán siendo entrevistados en los programas de entrevistas. En el fondo, tal vez, haya vergüenza, dolor y resignación. Tal vez. Pero todo lo que escuchamos por parte de ellos es el silencio, un silencio enorme y oscuro que permite que la sangre siria sea derramada, porque en los asuntos internos de un asesino como Bashar al-Assad está prohibido intervenir.
Es un silencio que se tendrá mucho eco durante muchos años en adelante.
Eliezer Yaari. Haaretz. 9.2.2012