SAN JUAN XXIII (1881-1963). Sargento sanitario en la Primera Guerra Mundial
Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado con el nombre de Angelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial fueron la primera y fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía espiritual de Angelo Roncalli. Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892, ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año de Teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos bajo el título de Diario del alma[1]. El 1 de marzo de 1896, el director espiritual del seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden Franciscana Seglar, cuya Regla profesó el 23 de mayo de 1897. Alumno inteligente y aprovechado, le fue concedida una beca, en 1901, para ampliar sus estudios teológicos en el Ateneo Pontificio de San Apolinar, en Roma. Al año siguiente tuvo que interrumpir sus estudios para realizar el servicio militar, obligatorio por entonces aun para clérigos, siendo incorporado al regimiento de Infantería Militar de Bérgamo. A finales de 1902, era conocido como el sargento Roncalli. En 1903, vuelve a sus estudios en Roma, culminándolos con un doctorado en Teología.
Como soldado[2]
El clérigo Roncalli, a la edad de veinte años, tuvo que abandonar sus estudios de Teología en el Pontificio Seminario Romano (entonces llamado Seminario de San Apolinar), donde avanzaba con gran provecho, para alistarse en el servicio militar en lugar de su hermano Javier, que no podía abandonar los trabajos familiares en el campo. Así nos encontramos, el 30 de noviembre de 1901, con el recluta de primera categoría Giuseppe Roncalli.
Fue registrado con su segundo nombre de pila. La ficha pertenece al distrito militar de Bérgamo. En ella se puede leer: nacido el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, de Battista Roncalli y Marianna Mazzola, cuarto de trece hermanos. Ingresó en el cuartel Humberto I de Bérgamo (más tarde llamado cuartel Montelungo), sede del 73º Regimiento de Infantería -Brigada Lombardía- para comenzar su año de voluntariado (nº 11331/42).
La vida en un cuartel, a principios del siglo XX, era muy dura para los seminaristas, observados permanentemente por los mandos superiores y sus propios compañeros; pero en la 8ª Compañía de Infantería, el soldado Roncalli tiene la suerte de encontrar buenos superiores y compañeros de armas que lo respetaban. Sus días transcurrían como los de cualquier soldado: entre la instrucción, los turnos de guardia y las maniobras militares en San Rocco Ranica, cerca de Bérgamo. El tiempo libre que le quedaba, lo dedicaba a estudiar en el propio cuartel o regresaba al seminario.
La noche del 28 de marzo de 1902, durante un servicio de guardia en el cuartel, Roncalli escribe al rector de su seminario en Roma:
“Estoy aquí con mis armas, inclinado sobre esta hoja, el único que está despierto en esta hermosa noche de Viernes Santo, en medio de mis compañeros entregados al sueño en sus camastros. Gozo acordándome de aquellos pobres soldados romanos custodiando la tumba de Jesús”.
El 31 de mayo de 1902, ascendido a cabo, se le transfiere a la Primera Compañía, y escribe:
“Para mí fue un cambio infeliz. Tal vez, por ser yo clérigo, tengo los nervios a flor de piel hacia mi nuevo capitán, porque me crea menos amante de Italia y de sus instituciones, por este motivo”.
Pero Roncalli supo cumplir con su deber y, por lo tanto, el 19 de julio de 1902 recibió la distinción de segunda clase en las prácticas de tiro. En agosto, participó en las maniobras de Dorga, en Val Seriana, marchando con su gran mochila en la fila de soldados, con el encargo de estimular y recoger a los rezagados que no podían mantener el ritmo por la canícula.
En la víspera de licenciarse, escribe que se había escapado por la gracia de Dios “de las llamas de este horno” y que estaba convencido, sin duda alguna, de los beneficios obtenidos al realizar el servicio militar.
Años después, el 11 de junio de 1959, siendo Papa, recibió en audiencia a los capellanes militares italianos en los jardines del Vaticano. Juan XXIII les dijo que “el año del servicio militar fue para él, de verdad, muy útil y provechoso, porque le permitió un amplio conocimiento de la gente, en condiciones muy particulares de la vida, que le habían dado la preciosa oportunidad de penetrar más profundamente en el alma humana, con un beneficio incalculable para prepararse al sacerdocio. Periodo, por lo tanto, de enriquecimiento espiritual, al que se añadió la labor constructiva de la disciplina militar, que forma el carácter, plasma la voluntad, educándola en la renuncia, en el dominio de sí y en la obediencia”.
Licenciado el 30 de noviembre 1902, con el grado de sargento, anota en su Diario:
“De 1902 deberé recordar siempre: el año de mi vida militar, año de batallas. Pude perder la vocación con otros muchos pobres infelices y no la he perdido; la santa pureza, la gracia de Dios, pero Dios no lo ha permitido. He pasado a través del fango, e impidió que me manchase: sigo estando vivo, sano, robusto como antes, mejor que antes… Jesús, te doy gracias, te amo”[3].
Pronto volvió con renovado entusiasmo a sus queridos estudios.
Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, en Roma. En 1905, fue nombrado secretario del nuevo obispo de Bérgamo, Mons. Giacomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo hasta 1914, acompañando al obispo en las visitas pastorales y colaborando en múltiples iniciativas apostólicas: sínodo, redacción del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez, era profesor de Historia, Patrología y Apologética en el seminario, asistente de la Acción Católica Femenina, colaborador en el diario católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia elegante, profunda y eficaz.
En aquellos años, además, ahondó en el estudio de tres grandes pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las actas de la visita apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco de Sales y el entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de Mons. Radini Tedeschi, en 1914, don Angelo prosiguió su ministerio sacerdotal dedicado a la docencia en el seminario y al apostolado, sobre todo, entre los miembros de las asociaciones católicas.
En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que regresaban del frente. Al final de la guerra, abrió la “Casa del Estudiante” y trabajó en la pastoral de estudiantes. En 1919 fue nombrado director espiritual del seminario.
Como capellán sanitario[4]
El 23 de mayo de 1915, en la víspera de la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, Angelo Roncalli fue llamado a las armas. Salió en dirección a Milán para presentarse en el centro de reclutamiento para los movilizados, en el cuartel San Ambrogio (destinata dopo la guerra a diventare sede dell'Università Cattolica), egli annotò nel “Giornale dell'Anima”: «Domani parto per il servizio militare in sanità.Ambrosio (edificio que se convertiría, después de la guerra, en la sede de la Universidad Católica), y escribe en Diario del alma:
“Mañana parto para hacer el servicio militar en sanidad[5].Dove mi manderanno? ¿Adónde me enviarán? Forse sul fronte nemico? ¿Tal vez al frente enemigo? Tornerò a Bergamo, oppure il Signore mi ha preparata la mia ultima ora sul campo di guerra? ¿Volveré a Bérgamo, o bien el Señor tiene dispuesta mi última hora en el campo de batalla? Nada sé; lo único que quiero es la voluntad de Dios en todo y siempre, y su gloria en el sacrificio completo de mi ser. Así, y sólo así, pienso mantenerme a la altura de mi vocación y demostrar efectivamente mi verdadero amor a la patria y a las almas de mis hermanos. Lo spirito è pronto e lieto.» El espíritu está pronto y alegre. Señor Jesús, mantenedme siempre en estas disposiciones. María, mi buena Madre, ayúdame: Ut in ómnibus glorificetur Christus”[6].
No se preocupa excesivamente por su destino, ya que esperaba que Dios pensara por él. Y Dios pensó. Tras un muro bajo, por el que asoman los arcos del monasterio-cuartel de San Ambrosio, un sargento vocea:
“Se necesitan soldados enfermeros para Bérgamo, ¿quién quiere ir a Bérgamo?”.
Así que, tan solo dos días después de su llegada a Milán, el sargento Roncalli sale en tren para Bérgamo a la cabeza de un pelotón de veinticinco hombres, asignados al hospital militar instalado en una parte del seminario de esa ciudad. Así, de este modo, se encontró cambiado de ropa, en el gran dormitorio del que había salido sólo tres días antes y donde había estado siendo un joven seminarista.
A diferencia de otros sacerdotes, Roncalli no buscó ser recomendado para capellán militar y aceptó alegremente la humillación de la ropa militar según la evidente disposición de la Providencia. Encontró natural ser sargento y sólo sargento. Así comenzó, a los 33 años y 6 meses, su servicio como sargento en la 3ª Compañía Sanitaria.
[1] Se trata de una serie de notas escritas entre 1895 y 1963. Las primeras son anotaciones hechas en el seminario de Bérgamo y la última es del 20 de mayo de 1963. Juan XXIII fallecería el 3 de junio; quiere decirse que estuvo escribiendo esas impresiones hasta pocos días antes de su muerte. Ya en las últimas anotaciones, se queja de grandes dolores. En general, son una mezcla de reflejo de situaciones y acontecimientos, pero siempre desde una óptica espiritual. No se trata de unas memorias convencionales; de ahí que, cuando su secretario, Loris Francesco Capovilla, publica estas anotaciones, a los pocos meses de su muerte, ya las titula, en italiano, Diario del alma y otros escritos de piedad, lo que, obviamente, define la naturaleza de las anotaciones. Eso quiere decir que tienen, pues, su importancia didáctica de cara al aprendizaje cristiano de los lectores que acudan a su lectura. Pero, por otra parte, marcan aspectos biográficos indelebles.
[2] Estas noticias recogidas por Adolfo Zamboni, en 2008, en un artículo titulado “Vita millitare de Angelo Roncalli”, se deben a la cortesía del cardenal Loris Francesco Capovilla, que fue durante diez años secretario particular del papa Roncalli, primero como patriarca de Venecia y, en los años siguientes, hasta la muerte del Pontífice.
[3] JUAN XXIII, Diario del alma, última anotación del 31 de diciembre de 1902, página 171(Madrid, 1964).
[4] Del ya citado artículo Vita millitare de Angelo Roncalli, publicado por Adolfo Zamboni en 2008.
[5] Fue llamado a filas, como consecuencia de la declaración de guerra contra Austria, el 24 de mayo de 1915 y destinado a los hospitales de Bérgamo, primero como suboficial y luego, a partir del 28 de marzo de 1916, como capellán; fue licenciado el 10 de diciembre de 1918.
[6] JUAN XXIII, Diario del alma, página 269 (Madrid 1964).