Las cosas de Dios y las del Cesar tienden a entremezclarse y a crear confusión. A Cristo le solían venir con problemas políticos, que Él sabiamente separaba de las cosas de Dios. Incluso en la Pasión se encontró hablando de política ente Pilatos:
“Mi Reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi Reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; ahora, pues, mi Reino no es de aquí.” (Jn 18,36) fue la contestación a Pilatos cuando este intentó saber la razón de que fuese acusado y llevado a ante él.
Los cristianos hemos sido perseguidos y todavía somos vistos como indeseables en muchos países y por muchas personas. ¿Qué hemos hecho para ser tan mal vistos?
Quizás la Carta a Diogneto nos dé la solución: “El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres.”
Es evidente, los cristianos impedimos que le Cesar domine el mundo y que quienes son del mundo, se olviden de Dios para entregarse al placentero relativismo. Dios actúa a través de nosotros, incluso sin ser mínimamente dignos de ello.
Desde ese punto de vista entiendo las declaraciones antieclesiales que se ha oído en el congreso del partido socialista, este pasado fin de semana.
Curiosamente se amenaza con revisar los acuerdos con la Santa Sede si el PP decide derogar la ley del aborto. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Si los católicos tuviéramos la posibilidad de legislar, el aborto desaparecería, acción que el PP está muy lejos de realizar.
El Cesar anda fastidiado porque ha perdido poder y lo más sencillo es echar la culpa a los cristianos. ¿Se acuerdan de Nerón? Ante el incendió que provocó, su reacción fue acusar del mismo a los cristianos que vivían en Roma.
Ante las amenazas ¿Qué debemos hacer? Creo que la Carta a Diogneto vuelve a ser un elemento de juicio muy interesante: “Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo.”
Sea cual sea la suerte que nos toque vivir. Seamos conducidos a vivir nuestra Fe en la intimidad o incluso siendo castigados por la Fe, somos el alma del mundo, la conciencia de la sociedad. Nuestra Fe no sirve para ser confinada en nuestras casas o en nuestros templos. La Fe ha sido revelada para que en el caso de callar nosotros, las piedras la proclamen con júbilo:
“Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.» Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.»” (Lc 19, 37-40)
¿Será necesario que las piedras griten por nosotros? Ciertamente no. Ya que en todo sitio y en toda época, los cristianos hemos hablado aún a costa de nuestra vida.