Para mí eso es anunciar el Evangelio y a Jesucristo con la propia vida: haber elegido la mejor parte de cuantas profesiones y trabajos pueda haber en esta vida.
Ése debe ser el centro de nuestra vida cristiana. Hoy podemos vivirlo verificando con nuestras palabras y obras el seguimiento que decidimos cuando nos atrevimos, a través de nuestra Confirmación, al ser testigos de Jesucristo.
Las tres lecturas de este domingo V del Tiempo Ordinario nos recuerdan todas lo mismo: Ante el drama de la existencia humana llena de fatiga, nostalgia y brevedad (Job 7, 1-4.6-7) el mejor recurso consiste en acudir con confianza al auxilio del Señor (Salmo 146), y actuando como Él mismo, haciendo el bien, cuando todo el mundo le busca (Mc 1, 29-39), sin buscar el propio gusto ni otras recompensas, sino por causa del mismo Evangelio (1 Cor 9, 16-19.22-23).
Ruego para todos nosotros cristianos, que seamos cada día más fieles a Jesucristo y a Su Evangelio, en Verdad y Caridad. Pero, especialmente, por un miembro de mi familia muy querido va esta pequeña reflexión por la que esta noche, de víspera de domingo, quiero unirme en oración puesto que mañana va a dar ese paso de mayor radicalidad dentro de su iniciación cristiana: la Confirmación.