Todos los católicos con la suerte de tener trabajo tenemos también compañeros. Y, con no tanta suerte, muchos de ellos son descreídos. Y, con peor suerte, es más que probable que en alguna pausa para el café, a la hora de comer o simplemente comentando haya “surgido” algún tema de “religión” con ellos.
Suele ocurrir que dicho tema es lo que llamo un “tema de moda”: aborto, eutanasia, la financiación de la Iglesia, “escándalos”, y un largo etcétera. Pues bien: yo no hablo de temas de moda. Es una regla que me ha dado muy buen resultado. Si sale uno de esos temas en el trabajo, simplemente lo ignoro (a no ser que se falte al respeto de algo sagrado, por supuesto)
Alguien podría decirme, con razón, que pierdo una buena ocasión de evangelizar y de hacer un bien a personas con pocas oportunidades, pero aun así no lo hago. Y no lo hago por dos razones:
La primera, porque la gente que plantean los temas de moda no quieren saber ni aprender, sino criticar y sacar afuera el odio a la Iglesia y a Cristo que llevan por dentro, o son “loros” que repiten lo que ven en televisión. Sabedores de mi catolicismo, intentan, deliberada o inconscientemente, herirme y al ignorarlos abandonan el tema.
La segunda es mucho más importante: es que son temas secundarios. Yo sí hablo de Dios en el trabajo, en el bar o donde sea. Pero, ojo, hablar del aborto no es hablar de Dios, ni siquiera de cristianismo. Ese es el gran engaño de los temas de moda: que por hablar de ellos no se habla de Dios ni se habla de Cristo. El cristianismo es mucho más grande que el derecho a la vida o la financiación de la Iglesia o cualquier otro tema actual. No es solo que sea más grande, es que es mucho más trascendente, mucho más real.
Por esta razón no hablo de temas de moda: porque no quiero que nadie, ni siquiera yo mismo, piense por un momento que eso es el cristianismo. Y por eso hablo de quién es Dios y de quién es Cristo. Porque eso sí es hablar de cristianismo.
D´Artagnan