Todo el mundo sabe bien que entre los cuatro candidatos que se disputan las primarias republicanas, hay uno, Rick Santorum que es católico. Hijo de italiano e irlandesa, Rick sería, al decir de algunos, incluso cercano al Opus Dei.
Pocos son, sin embargo, los que saben que Santorum no es el único católico de entre los cuatro contendientes republicanos, porque también lo es otro: Newt Gingrich.
Pocos son, sin embargo, los que saben que Santorum no es el único católico de entre los cuatro contendientes republicanos, porque también lo es otro: Newt Gingrich.
Al parecer, Gingrich no se caracterizaba precisamente ni por su fe, ni por su practicancia, ni por su cercanía a las causas más estrechamente relacionadas con la religión, así el aborto o la oración en la escuela (aunque les cueste creérselo, tal es una de las cuestiones que anima el debate político norteamericano).
Parece ser que la influencia de la Iglesia Católica en la historia, y en particular, su papel en la caída del Telón de Acero, tuvieron gran influencia en la conversión. De hecho, cuando el propio Newt ha de definirla, lo hace en estos términos: “Es reconfortante tener dos mil años de profundidad intelectual rodeándote”. Si bien el momentum definitivo se produjo con la visita de Benedicto XVI a los Estados Unidos en 2008, según el propio Newt reconoce: “La alegre y radiante presencia del Santo Padre representó para mí un momento de confirmación de las muchas cosas en las que había pensado y experimentado en los últimos años”.
Las personas del círculo cercano a Gingrich admiten en él un cambio sustancial con su conversión: “Parece mucho más sentado, más cómodo en su propia piel, menos agresivo” afirma Raymond Arroyo, director de la cadena católica de televisión EWTN, amigo del candidato republicano por haber cubierto su campaña en los años 80. Pero como nunca falta un roto para un descosío, tampoco falta quien cree que todo es una hábil estratagema política para atraerse el voto protestante, al parecer, menos beligerante hacia el catolicismo que hacia el baptismo “del sur” en el que militaba Newt. Si bien, reconózcanmelo, el argumento se revela tirando a pobre, y no se entiende por qué, de haberse tratado de una estratagema, no la habría consumado Newt convirtiéndose directamente al protestantismo.
Ni que decir tiene que si Gingrich (o Santorum) ganaran las primarias republicanas y acto seguido las elecciones presidenciales del próximo día 6 de noviembre, sería, cualquiera de ellos, el segundo presidente católico de los cuarenta y cinco que, incluído él mismo, hasta la fecha han sido. Y después, como bien sabe todo el mundo, de John Kennedy, que lo fue entre 1961 y 1963.
©L.A.
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