Parece que Dios no cuenta en la vida de muchos hombres: parece aunque sea una realidad que no trae nada bueno para la sociedad, para el gobierno, para la familia, para la educación. Poco ganamos y mucho perdemos.
Luis de Francia
Celebramos hoy a Luis IX rey de Francia que vivió a lo largo del siglo XIII, un hombre que ha dejado huella honda en la sociedad y en la Iglesia. Ha sido un buen rey que practicó la justicia, un buen esposo y padre, un buen cristiano convencido de que nada bueno se puede construir al margen de Dios.
Tuvo una responsabilidad grande sobre los asuntos de Estado en la cima del gobierno y sobre la política, con acuerdos y desacuerdos, guerras y paz buscada, lealtades y traiciones. Padre de una familia muy numerosa con la preocupación constante por la educación de sus hijos junto con su esposa, que incluye la mejor formación religiosa y el fomento de la vida de piedad, yendo por delante con el ejemplo. Murió cerca de Cartago cuando intentaba de nuevo la recuperación de los lugares sagrados en la Tierra de Jesús.
Mucho gana un rey cuando cuenta con Dios, mucho gana un gobierno cuando respeta a la Iglesia, mucho ganamos todos cuando contamos con Dios en la vida personal, familiar y profesional. Por eso carece de lógica el laicismo beligerante: todos salimos perdiendo, y más los que gobiernan.
Práctica del buen gobierno
No sobra asomarse al testamento del rey Luis, en el que aconseja al hijo que le sucederá, entre otras cosas, lo siguiente: «Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible.
»Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Para con tus súbditos obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.
»Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía. Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin. Amén».
No son los mismos tiempos pero Dios sigue siendo Dios y el hombre sigue siendo hombre necesitado, aunque desprecie a Dios. Tenía razón Inmanuel Kant al considerar que el imperativo moral abre la puerta de la conciencia a los principios y normas objetivas. Aunque tuvo algunos errores creía de verdad en Dios. Él es un filósofo reputado y el rey Luis es un santo.