En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre santo, cuida en tu Nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura. (Jn 17,1112)
Cristo pudo haber orado al Padre, pidiendo que la futura Iglesia fuese fuerte, grande, devota, o mil cosas más. Pero lo hizo pidiendo unidad. Bien sabía Cristo que el enemigo nos ataca disgregándonos y aislándonos. La Iglesia necesita unidad para tener credibilidad frente al mundo. Unidad que no puede estar basada en el vacío, el silencio y la desafección.
“No se trata simplemente de cordialidad y cooperación –indicó–, es necesario reforzar la fe en Dios, el Dios de Jesucristo, que ha hablado y se ha hecho uno de nosotros; se requiere entrar en su nueva vida, que es la verdadera y definitiva victoria; abrirse a los demás, acogiendo los elementos de unidad que ofrece el Señor; y dar testimonio del Dios vivo, que se ha hecho conocer en su Hijo”. (Benedicto XVI, La Catequesis de la Audiencia General del Papa 181-2012)
La unidad no es un tema fácil. ¿Que es la unidad? No es conseguir un aglomerado amorfo de grupos que no tienen unión real entre ellos. Como dice el Santo Padre, es necesario abrirse a los demás, acogiendo los elementos de unidad que ofrece el Señor y no quedarnos en lo que cada grupo es en si mismo.
Si nos trasladamos a la ciencia, no es igual un material cristalino que uno amorfo. Si lo llevamos al arte, no es igual una estatua llena de belleza y significado que un montón de piedras amontonadas sin orden ni sentido.
Quizás lo que más nos cuesta entender es la necesidad de ser parte de un todo que no es imagen de cada una de las partes. Si cada parte del cuerpo dijera que todas las demás deberían tener las mismas funciones y formas que ella ¿Tendríamos un cuerpo o simplemente un montón informe de carne?
Pero el ecumenismo necesita reconocer una sola Fe, aunque pueda vivirse de miles de formas diferentes. Dice el Santo Padre que es necesario reforzar la fe en Dios. Ese es el gran reto, un solo Dios, una sola Fe, una misma Iglesia. ¿Cómo lograrlo? Eso sólo podemos alcanzarlo orando a Dios para que restaure la unidad. Unidad que pasa primero por la conversión de quienes nos llamamos cristianos. Sin conversión, no puede haber ecumenismo. A lo sumo tendremos egoismos que buscan sacar provecho de los demás.
Estimado lector, si tiene un rato de oración, no dude en rogar a Dios la conversión y la unidad de la Iglesia. Gracias