Se trata de Mons. Giacomo Su Zhimin, obispo de Baoding, de 80 años de edad, de los cuales 40 en prisión, y de Mons. Cosma Shi Enxiang, obispo de Yixian, de 90 años de edad, de los cuales 51 en prisión.
 
            Según informa Bernardo Cervellera en la publicación Asia News, poco o nada es lo que se sabe de estos dos prelados, por supuesto nada sobre la causa de su arresto, el Gobierno no da la menor pista sobre su paradero y hasta responde no saber nada cuando es requerido sobre la cuestión. Por no ser, ni siquiera es descartable que alguno de ellos, o los dos, hayan sido sometidos a tortura para obtener información, para conseguir su sumisión a las autoridades comunistas o incluso para lograr, en el mejor de los casos, una declaración de apostasía. Y esos si no han sido asesinados, como de hecho ha ocurrido ya en China con otros obispos como Mons. Giuseppe Fan Xueyan en 1992, Mons. Giovanni Gao Kexian en el 2006 o Mons. Giovanni Han Dingxiang en el 2007.
 
            Entre lo poco que se sabe lo siguiente: Mons. Zhimin fue arrestado por última vez el 18 de octubre de 1997. Por casualidad fue visto en un hospital de Baoding por un sacerdote en noviembre de 2003, y por supuesto, bien escoltado por la policía. El hecho de asociarse a finales de los 50 al grupo Asociación Patriótica para crear una iglesia china afecta a Roma, le costó en su momento al menos 26 años de cárcel. En 1996 consiguió difundir una carta abierta al Gobierno chino demandándole el respeto de los derechos humanos.
 
            En cuanto a Mons. Shi Enxiang, la última vez que fue arrestado fue el 13 de abril de 2001 y aunque su familia ha preguntado repetidas veces por su paradero, nada es lo que se sabe de él. Estuvo en prisión desde 1957 hasta 1980. Sufre un nuevo arresto de tres años, esta vez domiciliario, en 1983. En 1989, con ocasión de la constitución de la Conferencia episcopal de obispo subterráneos, según se llamó, es de nuevo detenido, y no es liberado hasta 1993.
 
            La de Mons. Zhimin y la de Mons. Shi Enxiang es la triste realidad con la que conviven a diario todos los miembros de una de las comunidades cristianas más importantes del mundo, que bien podría ascender a los 110 millones de fieles. Y eso, aun cuando, en su lugar de origen, no pase de ser una comunidad minoritaria nunca superior al 8% de la población, que tal es lo que es capaz de dar de sí un gigante demográfico como la China, con una población que supera los 1.300 millones de personas.
 
 
            ©L.A.
           
 
 
 
 
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