Varias veces, hablando con homosexuales, me han dicho que la Iglesia los margina. Esto no es cierto.

La Iglesia ama a los homosexuales lo mismo que a los heterosexuales; pero les exige que dominen su tendencia.

Lo mismo que exige que se domine al casado que le atrae su vecina.

No siempre podemos hacer lo que nos gusta.
Si al cleptómano le gusta robar, no por eso se lo aprobamos.

A veces no podemos hacer lo que nos gusta; y otras veces tenemos que hacer lo que no nos gusta.
Las inclinaciones no son pecado, pues son instintivas; no son responsables.

Pero los actos voluntarios para satisfacer esas inclinaciones, sí son responsables.

La realización de tendencias desordenadas es pecado; pero su dominio es virtud.

Un homosexual que se vence puede llegar a los altares, que es la cumbre de lo que podemos ser en este mundo.

JORGE LORING, S.I.
jorgeloring@gmail.com
www.arconet.es/loring