Sí, venzamos la resistencia a la pereza y reavivemos el esfuerzo personal por cumplir aquellas obligaciones que tenemos diariamente, y de las que somos responsables, por nosotros mismos, por nuestra propia autosuperación y profesionalidad, por responder a las expectativas de nuestro rol o cualquier otro motivo.
Muchas veces nos puede pasar que no es fácil vencer la tentación de descansar, y que quizá esté muy justificado un descanso más extenso que lo acostumbrado o aconsejado. Incluso se puede permitir que el tiempo libre se extienda más allá de lo razonablemente aconsejable. Perder el tiempo, pasar el rato, se convierte entonces en un peligro real que combate como una caries, tumor o cáncer nuestras posibilidades creativas y más originalmente humanas.
Necesitamos la actividad y un cierto grado de estrés, y hemos de reconocer que la falta de interactividad más o menos permanente con nuestro medio y las personas que forman nuestras relaciones tienen su tiempo y lugar. También son imprescindibles espacios y tiempos de desconexión, de reflexión, de intimidad y de necesidad de Dios que nos es más íntimo que nada y que nadie.
Dios pone en nuestros hombros una carga determinada de cruz o tarea diaria y ésa es la que hemos de cumplir sin ceder a la dejadez o descompromiso, pero tampoco a la sensación de pesadez o agobio.
Acordémonos en medio de nuestro trabajo cada una de las palabras de Jesús, cuando dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
Pidamos esa mansedumbre y humildad de corazón para llevar el yugo de Jesucristo en este día, sobre todo si nos encontramos cansados y agobiados por su peso, que aunque no nos lo creamos, es ligero y adaptado a nuestra resistencia, porque Él mismo pensó en nosotros al colocárnoslo encima. No nos rindamos al pedir lo necesario: más madurez y sabiduría en cada experiencia, coraje y resistencia frente a las adversidades, valor y energía en los momentos más bajos.
Muchas veces nos puede pasar que no es fácil vencer la tentación de descansar, y que quizá esté muy justificado un descanso más extenso que lo acostumbrado o aconsejado. Incluso se puede permitir que el tiempo libre se extienda más allá de lo razonablemente aconsejable. Perder el tiempo, pasar el rato, se convierte entonces en un peligro real que combate como una caries, tumor o cáncer nuestras posibilidades creativas y más originalmente humanas.
Necesitamos la actividad y un cierto grado de estrés, y hemos de reconocer que la falta de interactividad más o menos permanente con nuestro medio y las personas que forman nuestras relaciones tienen su tiempo y lugar. También son imprescindibles espacios y tiempos de desconexión, de reflexión, de intimidad y de necesidad de Dios que nos es más íntimo que nada y que nadie.
Dios pone en nuestros hombros una carga determinada de cruz o tarea diaria y ésa es la que hemos de cumplir sin ceder a la dejadez o descompromiso, pero tampoco a la sensación de pesadez o agobio.
Acordémonos en medio de nuestro trabajo cada una de las palabras de Jesús, cuando dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).
Pidamos esa mansedumbre y humildad de corazón para llevar el yugo de Jesucristo en este día, sobre todo si nos encontramos cansados y agobiados por su peso, que aunque no nos lo creamos, es ligero y adaptado a nuestra resistencia, porque Él mismo pensó en nosotros al colocárnoslo encima. No nos rindamos al pedir lo necesario: más madurez y sabiduría en cada experiencia, coraje y resistencia frente a las adversidades, valor y energía en los momentos más bajos.