Son varias las referencias existentes en el Antiguo Testamento, y más concretamente dentro de él, en el Pentateuco según lo llamamos los cristianos, la Torah, según lo llaman los judíos, a la homosexualidad.
La primera, en el propio libro del Génesis, está relacionada con la destrucción de Sodoma, si bien no es propiamente la causa de dicha destrucción, decidida de antemano por Yahveh por haber cometido “un pecado gravísimo” que no especifica.
“El clamor de Sodoma y de Gomorra es grande; y su pecado gravísimo. Así que voy a bajar personalmente, a ver si lo que han hecho responde en todo al clamor que ha llegado hasta mí, y si no, he de saberlo” (Gn. 18, 20-21)
Cuando para castigar ese pecado, Dios manda a la ciudad dos ángeles, que se encuentran con Lot, esto es lo que ocurre:
No bien se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, los sodomitas, rodearon la casa […]. Llamaron a voces a Lot y le dijeron: «¿Dónde están los hombres que han venido adonde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos.»” (Gn. 19, 1-5).
La cosa parece de tal escándalo a Lot, que fíjense Vds. la solución “de compromiso” que llega a proponer a sus vecinos:
“Lot salió donde ellos a la entrada, cerró la puerta detrás de sí, y dijo: «Por favor, hermanos, no hagáis esta maldad. Mirad, aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré y haced con ellas como bien os parezca; pero a estos hombres no les hagáis nada, que para eso han venido al amparo de mi techo.»” (Gn. 19, 6-8).
No será el caso. Los ángeles alojados en casa de Lot deslumbran los ojos de los atacantes, capeando de momento la situación. Y al día siguiente, Lot escapa a la ciudad de Soar con su entera familia, y por lo que respecta a Sodoma (y también sobre Gomorra), esto es lo que ocurre:
“Entonces Yahvé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte de Yahvé. Y arrasó aquellas ciudades y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo” (Gn. 19, 24-25).
Del relato lo que ciertamente queda es la definitiva asociación de la ciudad de Sodoma con el acto homosexual, que no en balde, será conocido en adelante como “sodomía” y a sus practicantes como “sodomitas” (ver Gn. 19, 4).
Además de este relato, existen en el Pentateuco, al menos, dos condenas explícitas de la homosexualidad, ambas en el Levítico. La primera:
“No te acostarás con varón como con mujer: es una abominación” (Lv. 18, 22).
Versículo que se limita a condenar la conducta sin imponerle pena alguna.
“Guardad mis preceptos y mis normas, y no cometáis ninguna de esas abominaciones, ni los de vuestro pueblo ni los forasteros que residen entre vosotros. Porque todas estas abominaciones han cometido los hombres que habitaron el país antes que vosotros, y por eso el país se ha contaminado” (Lv. 18, 26-27).
La segunda, mucho más explícita y severa:
“Si un varón se acuesta con otro varón, como se hace con una mujer, ambos han cometido una abominación: han de morir; su sangre sobre ellos” (Lv. 20, 13)
Dos curiosidades. Primero, en el Pentateuco la homosexualidad sólo se entiende masculina: no existe referencia alguna a la homosexualidad femenina. Segundo, en cuanto a la ejecución del homosexual, no se especifica la manera de consumarla, como sí se hace, en cambio, con otros pecados reseñados en el mismo capítulo del mismo libro, así por ejemplo, casarse con una madre y con su hija, penado con la hoguera (Lv. 18, 14), o practicar espiritismo o adivinación, penado con la lapidación (Lv. 18, 23).
©L.A.
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