Es famoso el refrán que dice "es de bien nacidos ser agradecidos". Y es cierto. A mí me educaron desde niño para dar las gracias por el más mínimo detalle o deferencia que cualquiera pudiera tener conmigo. Y digo yo que habría que empezar siempre por dar gracias a Dios, a quien se lo debemos todo. ¿Pero realmente somos conscientes de lo que engloba ese "todo"? Se me ha ocurrido ir haciendo una lista mental de cuántas cosas podría agradecerle. Y confieso que no me dan las horas del día para enumerarlas. He aquí algunas.
Gracias Padre, porque hoy me he despertado y aún seguía vivo. Y con mi mujer al lado, que no es poco. Gracias por mi salud, por esa sonrisa enorme que me ha regalado mi hijo Juan al darme los buenos días, por ese zumo recién exprimido y ese color maravilloso de la naranja, gracias por el pan que he podido desayunar. Gracias por haberme hecho nacer de unos padres estupendos, gracias por mis hermanos, por mis amigos, por todos los afectos que colecciono desde niño en mi corazón. Gracias por el agua caliente de mi ducha diaria, por esa fresca brisa que me saluda cada mañana al ir al trabajo, y por supuesto gracias por ese trabajo, cuando hay tanta gente que carece ahora de él.
Gracias por mi enfermedad, porque cuando me visita me permite sentirme más cerca de otros enfermos, y así puedo entenderlos mejor, y compartir con ellos sufrimiento y dolor. Gracias por todo lo que tengo, por todo lo que soy, por lo que me has dado hasta ahora y lo que sin duda me seguirás regalando en el futuro. Gracias por la comida que cada día pones en nuestra mesa, que además de rica es abundante. Por esas nubes que tanto me gustan, por los rayos del sol que me calientan, por los árboles que adornan mis sueños, por esas flores multicolores que alegran los campos, por la lluvia, por el mar ante el que me quedo extasiado, por las aves que pueblan nuestros cielos, por las altas cimas cubiertas de nieve y los profundos valles en los que pacen tranquilas tus reses.
Gracias por tu obra entera, pero muy especialmente por mis hermanos, de distinto color y distintos pensamientos, gracias por esas diferencias enriquecedoras, gracias por habernos hecho hermanos y habernos descubierto que Tú te escondes en el corazón de todos. Gracias por el día, y por la noche. Por el amor de los míos. Por la esperanza. Por tu hijo Jesús, que se hizo hombre "sólo" para contarnos que Tú nos amas. Gracias por cada vez que el Espíritu Santo me susurra al oído: "para, no juzgues, no sigas por ahí, que sólo Dios lee en el corazón de los hombres". Y por cada aliento y ánimo, gracias, Señor.
Gracias por haberme evitado conocer una guerra y saber lo que es vivir en paz y llenar de Paz mi corazón. Gracias por cada vez que me permites mirar a los demás con Tus ojos. Por cada vez que me haces consciente de que es hijo tuyo también esa persona que no me gusta nada, gracias Dios mío. Y gracias por ayudarme a amar cada día más y mejor a los que se cruzan en mi camino. Gracias Señor.
Gracias por mis cuatro mayores tesoros, que son Ana, y nuestros tres hijos, Jaime, Cristina y Juan, mi familia. Gracias, Padre, por mi fe que espero que sigas siempre aumentando. Y gracias sobre todo, Señor, por amarme como lo haces. ¡Gracias!