Si el seguimiento de Cristo= cristiano, consistiese solo en un cumplimiento de prácticas exteriores (ayunos, peregrinaciones, ir a misa etc) todo bautizado podría quedarse muy a gusto, pues eso está al alcance de cualquiera. Si consistiera en no robar y no matar, pues otro tanto. La mayoría de la gente son buenas personas. Pero resulta que seguir a Jesucristo, además de eso, es poner a Dios en primer puesto de mi vida= priorizar; sin despreciar nada ni a nadie. Esto es lo principal, esforzarse en cumplir la voluntad de Dios-tu CREADOR Y SEÑOR- en todo.

La voluntad divina está clara en el decálogo y en la propia conciencia bien formada.

Esta exigencia radical, principalmente interior, afecta a todos los cristianos responsables De aquí que nadie pueda sentirse satisfecho. Para las fuerzas humanas es imposible de llevar a la práctica sin un auxilio especial del mismo Dios, que se nos da en la oración de fe, humilde, confiada y perseverante.

Un solo ejemplo: El Hijo de Dios nos manda no solo perdonar, sino “amar” al enemigo, al que nos ha hecho injustamente cualquier mal. Esta es la doctrina y ejemplo de Jesús.

Y nos preguntamos todos: ¿Quién puede cumplir esto sin una ayuda especialísima de Dios? ¡NADIE¡

Hay muchos bautizados que creen que ellos no son buenos cristianos, porque no olvidan ni pueden olvidar el mal que les han hecho. Y Dios, no nos manda olvidar, sino perdonar, que no es lo mismo. Lo que Dios pide es que tengamos el corazón limpio de rencores y de odios. Algo interior. Y aquí está la madre del cordero. Cuando nos convertimos, reconocemos que somos pecadores todos, pedimos perdón a Dios y al que nos ha ofendido, Dios nos perdona a través del sacramento y sentimos la paz interior y la verdadera felicidad. Sólo quien ha experimentado esto, ha comprendido el verdadero sentido de saberse cristiano y que realmente merece la pena. Pidamos a Dios su luz y su fuerza que solo él nos puede conceder.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN