¿Es The Artist (2011) de Michel Hazanavicius una película muda? A primera vista pudiera parecerlo, está rodada en blanco y negro, formato 1:33, y en el 99,99 % de ella ni se habla ni hay sonido de escena. ¿Pero es esto suficiente para considerarla una obra de cine mudo? Modestamente creo que no y no solamente por ese 0,01 %, aunque tenga su importancia, aunque solamente sea porque nos recuerda que estamos en un juego.
¿Por qué digo esto? Si hubiera habido continuidad, si, pese al cine sonoro, hubiera seguido habiendo habitualmente cine mudo, podríamos tal vez perdonarle ese mínimo porcentaje. Seguramente el espectador se dé cuenta de lo que quiero decir cuando compare cómo ve una auténtica película de cine mudo y cómo se sitúa ante ésta. El contexto en que se rodaron aquellas películas es muy importante, lo mismo que en cualquier obra de arte. Un occidental del s. XXI puede pintar algo muy parecido a un icono bizantino, pero nunca será capaz de hacerlo, siempre se quedará en ser un neo-algo o un esnob... o quizás nazca en él algo nuevo con técnicas antiguas, pero el uso de una técnica no hace el estilo. Y el cine mudo no es solamente una técnica.
La película de Hazanavicius es meritoria, el gran valor que tiene es que no quiere ser ni esnob ni hacer neo-mutismo; emplea la distancia insalvable entre nuestra época y la del cine mudo para hacer su obra. Todos los espectadores sabemos que la taciturnidad de los actores no es una imposibilidad técnica y esto nos da una distancia especial con la obra que contemplamos; todos sabemos que no hay una orquesta o un pianista tocando la banda sonora, pero qué más da que sea en realidad cine sonoro simulando otra cosa; todos sabemos que el director hace trampas al no haber rodado con una cámara de entonces, que usa recursos técnicos que a aquéllos maestros les estaban vedados, pero no nos importa, eso nos aporta una separación riquísima para ver la película.
Y ese espacio entre el espectador y la película hace que estemos siempre fuera de ella, más de lo habitual, aunque nunca del todo. Siempre es una película, en ningún momento nos olvidamos de ello, los actores son siempre actores, nunca resultan personajes reales y además dentro de la película, como en ella son también actores, ruedan otras. De alguna manera, los verdaderos protagonistas de la cinta son los espectadores y la película, parte del decorado que es la sala de cine. La distancia nos hace más conscientes de que interpretamos el papel de prestar atención a la obra proyectada, de darle credibilidad. Y es hermoso ser actor, interpretar el papel de un espectador de la época del cine mudo. Lástima que no proporcionen a la entrada vestuario de época, pero eso tampoco importa.
¿Es una comedia o un melodrama? Acaso un profundo drama; las grandes comedias suelen ser un drama demasiado doloroso como para ser presentado como tal. Es verdad que hay algo melodramático, pero, aunque solamente sea por la la tan mentada distancia, envuelto en una gran comedia sobre... ¿qué?
La película tiene tres momentos marcados por la historia del cine: cine mudo, sonoro y musical. El actor masculino de éxito es incapaz de incorporarse, por orgullo –hay una magnífica llamada a la humildad en la cinta–, al sonoro y se arruina completamente, mientras que una incipiente actriz de cine mudo encuentra el triunfo escénico con el sonoro: habla en sus películas,... aunque no la oigamos; todo esto entreverado con una historia de amor entre ambos y guiños a grandes películas.
Esos momentos de la historia del séptimo arte, a su vez, podrían, a mi parecer, ser entendidos como tesis, antítesis y síntesis, que también pudieran interpretarse como equivalentes a nuestro pasado, presente y futuro. En el primer momento, el protagonista es el varón, en el segundo lo es la mujer que, en buena medida, asume en la vida "real" el modo de hacer del protagonista masculino en el cine, que hay dentro del cine, con su toque femenino, a la vez que se hunde el varón. Por último, rescatado éste por ella, se propone una concordia de co-protagonismo en el musical.
Pero el varón sigue sin poder hablar, su gestualidad, propia de cine mudo, queda recuperada en el baile acompañado por una banda sonora de la nueva época. ¿Cómo entender esto? ¿Como drama o como tragedia? ¿El baile es una superación de la mudez o un disimulo de ella?
Al final, mientras se recalca que somos espectadores con un movimiento de cámara con la grúa, se oye la voz de los operadores en un rodaje, un pequeño momento sonoro de nuevo, lo mismo que en el tránsito anterior, marca una nueva etapa; ahora en realidad, antes en sueño. Pero no aparece el color, todo en blanco y negro.