Ante la cuestión de suprimir o no el aborto, me permito hacer una reflexión, ampliando un poco lo que he dicho estos días, por si puede llegar a conocimiento del Sr. Presidente del Gobierno, y le puede ayudar en las decisiones a tomar.
Antes que nada, quiero decir que me muevo dentro de la doctrina de la Iglesia; sé que muchos no estarán de acuerdo con lo que yo diga, ya por tener otras creencias, ya por tener otras concepciones de la vida.
De entrada, quiero partir de un hecho, y es que si el aborto consiste en la supresión de una vida humana, es un crimen; por tanto el Estado no lo puede permitir. Eso, de entrada.
Y planteo dos cuestiones:
a) Si el Estado debe anular la ley actual sobre el aborto, y
b) Si debiera anular también la ley anterior que toleraba el aborto en tres supuestos:
el terapéutico, cuando el embarazo suponga un riesgo para la salud física o psíquica de la madre
el eugenésico cuando se dan malformaciones graves y se presume que el feto podría nacer con taras físicas o psíquicas, y
el ético, cuando el embarazo se produce por un delito de violación.
En cuanto a la primera cuestión, la supresión de la ley actual del aborto, absurda y salvaje a más no poder, todos debiéramos hacer lo posible para que desaparezca de nuestro código; y no es cuestión de ser o no ser católicos, ni de pertenecer o no, a cualquier otra confesión religiosa o social, ni de ser o no creyentes; es cuestión de tener dos dedos de frente. Así de claro.
Y uno se pregunta: ¿Es posible que en nuestros días pueda haber un Gobierno que autorice la supresión de vidas humanas inocentes, sin más? No olvidemos que las leyes deben ser racionales. Y cualquier ley, por poco racional que sea, debe fundamentarse en la defensa de la vida humana; de lo contrario, no se sustenta el bien común, principio básico de toda ley.
Una ley irracional como ésta, ¿para qué la queremos? Ni el Estado ni cualquier particular tienen el derecho de suprimir ni de autorizar la supresión de un ser inocente, además de indefenso. La vida es el primer derecho a tutelar por ley natural.
Y ahora, unas palabras sobre la ley anterior que enunciaba unos supuestos en que se permitía el aborto. Las razones que se dieron en su tiempo y que algunos siguen dando ahora, tampoco son racionales. ¿Por qué? Sencillamente, porque el aborto sigue siendo un delito, por consistir en la supresión de una vida humana inocente, lo quieran reconocer o no, los que lo defienden.
La permanencia de esta ley en nuestra legislación es también una vergüenza nacional, por muy natural que la vean los países de nuestro entorno y otros países; antes también se veía natural la esclavitud, y ¿qué es peor, la esclavitud o el asesinato? Igual que ahora vemos inhumana la esclavitud, el día de mañana inhumano e irracional el aborto; mucho más que la esclavitud. La vida del ser humano inocente es siempre inviolable.
Dijo Juan Pablo II: “Con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente es siempre gravemente inmoral.
La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral y nunca puede ser lícita ni como fin, ni como medio para un fin bueno. En efecto, es una desobediencia grave a la ley moral, más aún, a Dios mismo, su autor y garante; y contradice las virtudes fundamentales de la justicia y de la caridad. « Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirl». No soy yo quien lo digo. Es el Papa quien lo dice en la encíclica Evangelium Vitae n°. 57: “Con la autoridad conferida por Cristo a Pedro y a sus Sucesores”. No es un artículo periodístico.
No quiero decir con ello que las madres que abortan tengan que ir a la cárcel; ni mucho menos. Pero sí quiero decir que no es correcto que haya asesinatos impunes. También digo que no es lo mismo un asesinato cometido a sangre fría o cometido en situaciones graves, incluso angustiosas (piensen en una mujer violada, una niña embarazada, o que se preveía que el niño va a nacer con toda una serie de deficiencias). No es lo mismo.
En éste, como en cualquier delito, a la hora de juzgar hay que considerar las posibles circunstancias agravantes o atenuantes; y esto deben tenerlo presente los jueces. Lo que no se puede nunca aceptar es que se dé por bueno, (y eso lo ha dicho clarísimamente la iglesia y lo ha repetido muchas veces) la comisión de un asesinato, como tampoco es lo mismo matar a una persona a sangre fría que matarla en un acaloramiento o en una discusión fuerte.
Y acabo preguntando: ¿no podrían los jueces imponer unas penas como una reeducación, una asistencia a centros de menores ayudando al cuidado y a la atención de los mismos? ¿No se podría lograr con ello una rehabilitación moral de las madres o de cualquiera que haya intervenido en el aborto?
No sé cómo, pero ha de haber un camino intermedio entre la cárcel y la pena que se pudiese aplicar en función de la rehabilitación de las abortantes. Lo que nunca se puede decir es que aborte quien quiera con toda impunidad.
José Gea