La Semana Santa no termina en la desolación y el fracaso de la cruz, sino en el esplendor de la resurrección. Anoche, la bendición del fuego, la luz del cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado, el canto del Allelluya, la Vida nueva, con mayúscula, que inauguraba Jesús, colocaban el punto final a una Semana Santa, vivida entre penumbras, junto a la cruz. El poeta Emilio del Rio, dibujó preciosamente en sus versos lo que significa "resucitar": "Basta morir y todo resucita. / La muerte fue el Costado rectamente. / Una cruz, una lanza que consiente. / Y el agua toda al mar se precipita". Los teólogos nos explicarán así el tránsito de Jesús, de la muerte a la vida: "La resurrección es el gran argumento, que el cristianismo ofrece a la humanidad, para mostrar que la vida es más fuerte que la muerte. El Resucitado nos dice, según la fe de los cristianos, que más allá de todas las evidencias que se nos imponen, la muerte no tiene la última palabra en el destino de los humanos. No estamos destinados al fracaso y a la corrupción, sino a la vida y a la felicidad". Imaginemos, por un momento, la presencia de Jesús en medio del mundo, susurrándonos al oído estas palabras: "No le tengáis miedo a la noche. Ni tampoco a la cruz. No tengáis miedo al silencio de la tumba. La noche es tiempo de salvación. De noche crecen las espigas y se abren las rosas. De noche se acunan las estrellas y florecen los lirios. De noche recupera su fuerza el sol para iluminar los trabajos del hombre. En la noche apareció la salvación de Dios. En aquella "buena noche" resplandeció la Noche Buena y entró Dios en la historia sin hacer ruido. Y en medio de la noche, sin testigos, el Padre levantó del sepulcro a su Hijo. Quizá, por eso, la noche sobreviene cuando descendemos a la tumba. Para despertar, al tercer día, en los brazos del Padre". Hoy, domingo de Resurrección, será un buen día "resucitar" en nosotros y darle vida a todo lo que está muerto o perdido, olvidado o arrinconado. Hay tres resurrecciones urgentes en esta hora. Primera, la resurrección de una fe ardiente y esperanzada, de una vida interior hecha de “encuentros” vivos con Dios en lo más profundo de nuestras conciencias libres y de “encuentros” con los hermanos más débiles, heridos y abandonados en dramáticas soledades. El encuentro es la clave. Todo encuentro conlleva acogida, diálogo, enriquecimiento. En plena pandemia, "resucitar" es "resistir" con todas nuestras fuerzas a los vendavales del dolor, levantando el ánimo y la mirada a los horizontes de luz y de esperanza. Segunda, la "resurrección" de nuestros ideales e ilusiones, captando cada uno cuál es su misión en esta vida, en el marco de metas alcanzables. Poner a punto la hora de nuestros compromisos personales, familiares y sociales, reavivar los principios que sostienen y dan sentido a nuestro caminar. Quizás una de las necesidades de esta hora sea la de saber pensar, valorando ventajas e incovenientes, caminando en la verdad. Tercera, la resurrección de todas las zonas “muertas” de nuestra propia existencia, de nuestra vida personal: vida interior, ganas de vivir y de luchar, razones para la esperanza, sentido fraternal de la historia, generosidad y entrega a lo que de verdad importa, amor a raudales, pasos nuevos por caminos nuevos que nos conduzcan a la verdadera felicidad. No le tengamos miedo a la noche. De noche soñaba Antonio Machado y a Dios veía entre la niebla. De noche, Teresa de Jesús "moría porque no moría". Es cierto. "Cada hombre pertenece a su noche", nos dijo el converso Julien Green. ¡Feliz Pascua florida! La Pascua es Jesús que triunfa. La Pascua es Jesús que vive entre los pobres. La Pascua es Jesús, que vive entre nosotros.