Y cuan cierto lo poco que se necesita para hundir en los abismos la altivez humana, y ya no hablo de mi. Porque estamos asistiendo día a día al derrumbe de un ídolo, cuando pocas veces se nos dará la oportunidad de ser testigos de la caída, lenta pero inexorable, de alguien que el mundo consideraba “grande”. Sabemos que, de vez en cuando, los ídolos son arrancados de sus pedestales y derribados al suelo. Pero también comprobamos lo fuerte que defienden sus intereses los hombres, y como se agarran con uñas y dientes a sus privilegios, poderes, estatus. Sin embargo, quién lo iba a creer años atrás, estamos asistiendo al descabalgamiento de Urdangarín, el yerno del Rey de España, y con él, duro es decirlo, al tambaleamiento de la monarquía española. Años ha ya se filtró aquella frase de la Reina Sofía en el desfile militar del 12 de octubre: “¿qué será de nosotros, de nuestros hijos?”, tal era la presión a la que se veían sometidos por parte del anterior gobierno socialista, con las loas continuas y la reivindicación constante de la II República española como panacea universal. Y con todo, el terremoto Urdangarín puede hacer más daño que aquella presión institucional perversa a la que fueron sometidos desde el gobierno Zapatero.
Pero Dios guarda y cuida las dinastías, como guarda y cuida ciertos pueblos. Israel, el pueblo judío ha sido privilegiado por Dios desde antiguo y no por causa y razón de sí mismo, sino por causa y razón de su elección como cuna de la que vendría la Salvación. Dios elige las raíces que traerán al vástago, al retoño salvador, por amor al fruto venidero, pero amando al fruto ama la raíz que lo hizo posible. Y así, a pesar de los mismos elegidos empeñados en incumplir su misión, Dios los protege y conduce a fin de que se encarne la Promesa en el tiempo oportuno. Pero de modo desconcertante, con el advenimiento de la Promesa Dios no olvida la raíz que lo hizo posible sino que, de modo más admirable aún, vela por ellos en espera de otros misterios. Estos son las promesas novotestamentarias sobre la incorporación de Israel a la Iglesia, que será para gran bien del mundo y de la Iglesia, y que aún no vemos ni intuimos.
"Haz saber al hijo mayor de mi Sagrado Corazón, que así como se obtuvo su nacimiento temporal por la devoción a los méritos de mi Sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna, por la consagración que haga de su persona a mi Corazón adorable, que quiere alcanzar victoria sobre el suyo, por su medio sobre los de los grandes de la tierra. Quiere reinar en su palacio, y estar pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que queden triunfantes de todos sus enemigos, abatiendo a sus pies a esas cabezas orgullosas y soberbias, a fin de que quede victorioso de todos los enemigos de la Iglesia".
Luis XIV no cumplió y la consagración tardía y angustiosa de Luis XVI, estando ya en prisión en tiempos de la cruenta revolución francesa, no evitó la ruina de la monarquía, y con ella, la ruina de la fe cristiana.
Pero la rama borbónica, como ninguna otra rama dinástica, ha sido tomada por Dios como fuente de futura salvación. Y visto lo visto, el derrumbe al que asistimos, nos desconcierta.
3 de enero de 1946, Ida Peerdeman recibe una extraña visión. Son las apariciones de Ámsterdam. Y cuanto ve lo describirá la misma vidente en ese tono casi onírico que caracterizan las apariciones de Ámsterdam.
"Después veo de pronto a alguien a caballo y con armadura. Cuando pregunto quién es, me responden:
“Juana de Arco”.
Detrás de ella veo de repente surgir una gran catedral. Yo pregunto qué iglesia es y oigo dentro de mí: “Ésa es la Catedral de Reims”. Veo entonces venir un cortejo que va hacia la iglesia. Es un cortejo de tiempos antiguos, con alguien a caballo que lleva un escudo y una espada; a su alrededor hay muchos escuderos. Yo oigo:
“Borbón”.
Siento entonces: Eso es para más tarde.”
“Juana de Arco”.
Detrás de ella veo de repente surgir una gran catedral. Yo pregunto qué iglesia es y oigo dentro de mí: “Ésa es la Catedral de Reims”. Veo entonces venir un cortejo que va hacia la iglesia. Es un cortejo de tiempos antiguos, con alguien a caballo que lleva un escudo y una espada; a su alrededor hay muchos escuderos. Yo oigo:
“Borbón”.
Siento entonces: Eso es para más tarde.”
Y es que, ese tambaleamiento de la monarquía española no ha hecho sino asombrarme por cuanto diera la impresión de que se prepararan las circunstancias que hagan posible la preparación del esperado. Y no digo que sea mañana, sino simplemente que lo que años atrás parecía una línea sucesoria dinástica tranquila y serena, empieza a adquirir tintes impredecibles. Porque en cierto modo ese Borbón prometido parece, proféticamente hablando, que será de la rama española. Pero esto lo dejo a la sabiduría de los lectores.
x cesaruribarri@gmail.com