Primer escándalo de esos que tanto gusta el pesoísmo zapaterita, ahora también en formato “ZP-less”, cuando el ministerio que preside Ana Mato ha emitido una nota en la que lamenta el nuevo episodio de violencia familiar ocurrido en Roquetas de Mar, con el asesinato de una mujer por su novio o marido que a continuación se suicidó, en el que en hasta tres ocasiones habla de “violencia en el entorno familiar”, sin utilizar la expresión “violencia de género”.
Desde diversas instancias cercanas al ministerio, se ha dicho que no hay cambio de terminología o que el cambio, en todo caso, no importa. Personalmente, espero que sí haya cambio de terminología, como espero, también, que el cambio sí importe. Y que venga acompañado de las reformas oportunas en la Ley de tratamiento integral de la violencia de género para que deje de ser una ley anticonstitucional, discriminatoria, infame e infamante, infamante para la mitad de la población, los hombres, a los que convierte en los únicos que pueden llevar a cabo un delito que cuando cometido por mujeres no lo es.
Decía Doña Clara Campoamor, adalid del feminismo español y artífice de que las mujeres españolas alcanzaran un día el derecho a votar –cosa en la que, por cierto, el principal escollo lo halló en las filas de sus conmilitones de las bancadas de la izquierda-, que “sólo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común”. Y añado yo, “incluído maltratar al cónyuge”, que no faltaba razón alguna a la sabia feminista española Campoamor.
Mientras en Roquetas de Mar se producía el asesinato -no porque la ley que debería haberla amparado sea injusta e inconstitucional, menos triste y lamentable- de la enésima mujer por el hombre con el que convivía, en el diario El País de fecha 23 de diciembre se publicaba esta otra:
“A prisión 22 años por encargar matar a su ex marido. La condenada, una abogada madrileña, disputaba la custodia de su hija”.
Esto también es violencia doméstica, familiar o en el entorno familiar. Que los hombres no son mejores que las mujeres, pero tampoco peores. Para agredir y para ser agredidos. Aunque para el pesoísmo zapaterita, en deuda con el feminismo internacional por haberle prestado una ideología al acceder al poder varios años antes de lo que debieron hacerlo huérfanos como estaban de líder, de equipos, de ideología, de proyecto y de formación moral, académica y profesional, no sea violencia de género, definida no como la que ejerce un género contra otro, sino la que ejercen los pérfidos hombres de perversas inclinaciones, contra las bondadosas mujeres incapaces de todo mal.
Basta ya de discriminaciones, por positiva que sea. La discriminación es sólo eso, discriminación. Y la discriminación positiva es una entelequia similar a la que representa la resta sumatoria, el llenado vaciante, o la necedad inteligente. Necedad que es de la que vienen llenos proyectos como el que ha regido este país durante siete eternos e infernales años, por fortuna ya acabados (esperemos).
Y de momento, el primer diez para Ana Mato. Ojalá que venga acompañado de muchos otros. Si así es, aquí estaremos para aplaudírselos. Ojalá.
©L.A.
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