¡Año nuevo, vida nueva! ¡Año nuevo, Agenda nueva! Ahí está, ante nosotros, flamante y reluciente, con sus hojas en blanco, intactas, esperando nuestras notas y nuestros deseos. Porque, en buena parte, la Agenda somos nosotros y nosotros nos vamos configurando y realizando, a golpes de la Agenda. Espera nuestros propósitos, nuestros afanes, nuestras obligaciones puntuales, nuestras urgencias y presencias, lo que debemos hacer, y acaso también, lo que podemos evitar.
La Agenda reclama nuestra atención y nuestra mirada, acepta nuestros recuerdos en forma de reflexión, y nuestras angustias, en forma de plegaria. La Agenda nos ayuda a caminar, pero también a reflexionar. Tomamos nota para reforzar la memoria, pero en realidad, cada nota puede convertirse en una hermosa sinfonía de colores y sabores para realizar así el guión de nuestra vida, sobre el pentagrama de la realidad. Con el Año nuevo, estrenemos Agenda. Es decir, quehaceres nuevos, afanes nuevos, hábitos nuevos.
Y en el primer día de enero, -una jornada tan luminosa, con la maternidad divina de María; tan esperanzada, con los destellos de la Jornada Mundial de la Paz; y tan prometedora, con el Año nuevo-, escribamos las primeras lineas, los primeros propósitos, con una enorme ilusión:
1. Cada dia, -unos minutos, media hora, una hora-, hablaré con Dios, mi Padre, para sentir su presencia y su amor en mi vida.
2. Cada jornada, -las 24 horas-, caminaré con ilusión, con entrega generosa, para realizar mi proyecto de vida.
3. En todo momento, me sentiré unido al mundo y a mi prójimo con los hermosos lazos de la fraternidad evangélica.