Fritz von Uhde fue un pintor a caballo entre los siglos XIX y XX. Yo lo conocí por una de sus pinturas religiosas: "Cristo entre los campesinos". Un óleo sobre tabla al que vuelvo con reiterada frecuencia. Porque me conmueve esa visión familiar de Cristo, esa presencia de Dios entre lo humilde. Cristo bendice con el gesto de su mano y con su palabra. Está hablando. A su derecha, la madre de familia le escucha atenta, y le contempla con urgencia (su necesidad es mucha). En esa mirada -quicio del cuadro- está todo su corazón, su amor... Esa mirada es su oración. Y Cristo está en ese hogar a causa de esa mirada. Y en el centro de la composición un poco de comida (el pan nuestro de cada día), y esa luz que entra por la ventana y por el alma. Se respira recogimiento y esperanza. Cristo es parte de esa familia (no un invitado), y se le nota que está a gusto con ellos. La fe sencilla, pero firme, de esos campesinos, se torna visible. Cristo resucitado está en su propia casa. Y la súplica de la mirada amorosa de la madre (y también la del hijo mayor, apenas un niño) cautiva a Dios Hijo, y expresa bien a las claras lo que el espectador del cuadro está pensando, o rezando, de una manera o de otra: "Jesús, quédate con nosotros, no te vayas".