México no es un país más dentro del mundo católico. Por el número de sus habitantes, por el fervor de muchos de sus católicos, por la encendida defensa de la vida que están haciendo en no pocos de sus Estados, por las apariciones de la Virgen en Guadalupe y por sus numerosos mártires en defensa de la fe católica merece un puesto destacado.

Recientemente ha sido noticia por varias cosas, además del goteo incesante de asesinatos ligados al narcotráfico. Entre ellas, el cambio de cardenal desde Monterrey a Guadalajara, que aunque pueda parecer un asunto interno tiene su importancia universal, debido a que la diócesis de la capital de Jalisco es una bandera de esperanza en un tiempo de crisis. Pero lo que quiero destacar en este artículo es la decisión de la Cámara de Diputados de modificar la Constitución para que se permita la enseñanza de la Religión en las escuelas públicas.

La medida tiene importancia en cualquier caso, pero adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta el historial masónico de México. Si la masonería ha estado presente en todos los países de Latinoamérica desde su independencia de España hasta ahora, en México su influencia ha sido proverbial. La persecución contra la Iglesia fue sangrienta y dio lugar a la rebelión de los cristeros. Pero es que, además, durante muchísimos años los sacerdotes y religiosos no pudieron utilizar las vestiduras propias de su condición sagrada en las calles y hasta hace poco ese país tan católico no tenía relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Por eso, que en un momento en que el laicismo y el secularismo avanza en todo el mundo, México adopte una medida como ésta es un claro motivo de esperanza. Ese país necesita una fuerte regeneración moral, pues sólo así podrá hacer frente a la expansión de la violencia que sufre. Pero esa regeneración moral no sólo la necesita México; también España y el resto de las naciones occidentales precisan de ella. La Iglesia puede contribuir a la solución de la crisis con mucho más que con la ayuda económica para los pobres; su mejor aportación está precisamente en el campo de la formación moral de los ciudadanos. Lo que hace falta es que la dejen y en México han decidido hacerlo.

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